En aquella larga espera
subían nubes al Cielo.
Con las canceladas horas
afrontaba mi desvelo
y salida de la nada
una sonrisa revelo
acercándose ella tímida
sin mostrar ningún desvelo;
muy educada me pide
pintar ceniciento el cielo.
Con su adusta compañía
pudimos correr un velo
juntando las soledades
pisando juntos el suelo.
No pudimos despedirnos,
de no hacerlo yo me duelo,
y si algún día nos viéramos
pintaríamos otra vez ceniciento el Cielo.