18 abril 2016
La sombra de Dios
Surgen copiosas las sombras
esquivas, eterno séquito,
rasgando su noche.
Expectantes quieren esconderse del día
en su azabachado velo.
Sombras inquietas,
tan solemnes, sin vida propia,
solitarias, nómadas,
aceradas, testarudas,
moviendo su contorno
en las paredes y en el camino,
besando fielmente las huellas
del huésped delineando
su mudez en su oscura tez.
Sombras silentes y afónicas,
calladas, disimuladas,
asiendo los cuerpos
siendo almas errantes
esposadas a la vida
igual que la misma muerte.
Sombras que se escapan,
bailan idas,
se dividen y redoblan
en su sombría silueta.
¿Somos sombras
reflectadas a la tierra
en nuestra solemne opacidad?
¿Somos la sombra infinita en el Universo
que proyecta la tiritada mano
del umbrío, sordo,
esclerótico y moribundo Dios?
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