Es prudente aceptar la realidad,
y lo correcto, al transitar el camino.
No hacerlo es desviarse inútilmente
de lo que llamamos el destino.
Nunca podemos luchar contra los elementos
o meternos en un torbellino,
en ese muro que siempre está creciendo
en el retorcido remolino.
Igual que el huracán que lo arrasa todo
obstinarse en la nada no es más que un desatino.
Perpetuarse en lo que es imposible,
sencillamente, es dañino.