24 abril 2016

LA SOMBRA DE DIOS









Surgen copiosas las sombras,

esquivas, eterno séquito,

rasgando su noche expectantes

quieren esconderse del día

en su azabachado velo.


Sombras inquietas,

tan solemnes, sin vida propia, 

solitarias, nómadas,

aceradas, testarudas, 

moviendo su contorno

en las paredes y en el camino

besando fielmente las huellas

del huésped delineando

su mudez en su oscura tez.



Sombras silentes y afónicas,

calladas, disimuladas,

asiendo los cuerpos

siendo almas errantes

esposadas a la vida

igual que la misma muerte.



Sombras que se escapan,

que bailan idas,

que se dividen y redoblan

en su sombría silueta.



¿Somos sombras

reflectadas a la tierra

en nuestra solemne opacidad?



¿Somos la sombra infinita en el Universo

que proyecta la tiritante mano

del umbrío, sordo, 

esclerótico y moribundo Dios?






23 abril 2016

LAS PARTÍCULAS DE DIOS







Ella debiera leer a Leibniz
y abrir las ventanas de sus mónadas
al amor, que es un Dios aniquilado,
en cada trasquilón de su corto hemisferio
de un famélico yogui levitando en el tinte de la lóbrega noche,
en amoniaco que cicatriza los aromas
de cada mechón que arranca disconforme
con la esperanza de averiar el vínculo estéril
de la composibilidad de lo humano a lo divino.

Es el mejor mundo de los posibles:
gustar con el disgusto de ser despreciada
y saberse engañada, engatusada en agrio vilipendio
porque Dios creó, con un soplo de marido beodo,
su mundo mirando su divino rostro reflejado en un vitral,
mientras la mano siniestra atajaba mechones
de su lacio cabello escribiendo torcido
el destino de su hija dispersa en polvo de estrellas,
reflejando insensatez en su propio universo perfumado
de charlatanes que venden humo de incienso
y lociones aftershave para el loco y afeitado desamor.