La
muerte dibuja
cada
línea de la frente,
otorga
el viaje
sin
retorno al Hades
borrando
los recuerdos
y
la memoria.
Espera,
solícita,
en
cada esquina,
nos
lleva despacio
o
nos arrastra
quitándonos
del mundo
la
conciencia.
¿Dónde
reposa
la
mención
qué, marchita,
se
evapora?
¿En
qué panteón
los
nombres
y las
rosas
son
trofeo
o
sortilegio?
Más
allá
del
vasto cielo
brillan
fenecidas,
con
la luz
de
la tristeza,
estrellas.
Más
acá
yacen
semillas
de
las que nacen
esperanzas.
Cenizas
sobre cenizas,
vuelan,
se agitan,
se
difuminan
las
mortales almas,
que
un buen día
pararon
los relojes,
y se
echaron
sobre
sus espaldas
las
noches
con
sus días.
Antes
se borran
los
agrios besos
y, con un negro velo,
se
nos escapa
en
un suspiro
la
dulce brisa
y
la visión
de
la viva luz
que
traspasa
la
ventana.