17 mayo 2014

Let the Right One In (Låt den rätte komma in)



Esta película sueca es una de las mejores en su género. En ella se conjuga lo inquietante del argumento con lo estético como soporte coherente de aquel (lo visual en el Cine es primordial, básico, es el esqueleto), y donde los diálogos son realmente jugosos rozando el lirismo en ocasiones. Los personajes están excelentemente caracterizados y la interpretación de los jóvenes protagonistas es muy, muy buena. (Ella, Lina Leandersson en el papel de Eli roza la excelencia por momentos; él, Kåre Hedebrant en el papel de Oskar confiere realismo a su personaje).

Este film está basado en una novela que tuvo un gran éxito y se aleja, como aquella, del vampirismo adolescente y naif de la saga Crepúsculo, referencia ésta obligada en las historias de los hijos de la noche mal que nos pese. (De la saga del triunvirato emocional entre una humana, un vampiro y hombre lobo, pocas cosas en lo cinematográfico pueden ser salvadas. En otra ocasión hablaré de esa trilogía que tuvo un éxito fuera y dentro de la pantalla nada despreciable).

Una de las virtudes (y tiene muchas) de la película sueca Let the Right One In (Låt den rätte komma in), es la excelente, a mi modo de ver, fotografía donde ningún plano sobra, entretejiendo lo claro-oscuro y el color de una manera admirable y regalándonos unos efectos especiales muy notables. La luz, y la falta de la misma, tiene sentido en cada plano, en cada secuencia, en cada momento; nada se deja al azar ni es gratuito. Hay primeros planos que son sencillamente de muy buen gusto (la imagen del Monte de Venus de la protagonista, que se detiene magistralmente como de repente, sin dar ocasión a «voyeurs» ocasionales a recrearse en su observante afición, encierra un significado que no quiero desvelar, además, denota cierta delicadeza).

Cada detalle técnico encierra interés, maestría y una implicación en la realización de un trabajo, donde se nota que el director logra cerrar un circulo desde una propuesta clásica: hay un planteamiento, un nudo y un desenlace. La banda sonora es increíble.

Cuando hablé en el anterior post sobre «Bizantium» adelanté lo que ambas películas tenían en común, sobresaliendo ciertamente la película sueca en la descripción de la eternidad como fatalidad. Y es ese destino cruel lo que queda al desnudo sin que quepa ninguna otra consideración. La maldición de la protagonista no estriba en el hecho de ser un vampiro, es el efecto de esa naturaleza sobrehumana la que delimita un destino cruel. Pero no nos engañemos, el destino fatal lo es, aun más, para su sirviente quien se sacrificará de por vida viendo pasar los años en su cuerpo mientras en ella, el motivo cruel y fascinante de sus desvelos, el tiempo se detendrá. La actitud romántica de los jóvenes que lo dejan todo por su «eterna» ¿amante?, propia de la adolescencia, se nos muestra como lo que es: la negación del yo.  

Aquí no hay amores reencarnados (recordemos "Drácula, de Bram Stoker"); hay amor encarnado en dos personajes que aparentemente no tienen nada en común pero que durante el transcurso de la historia, y al final, convergen en ese personaje, el fiel sirviente, que nada tiene de secundario. En esta cinta se nos muestra con toda crudeza como se las tiene que ingeniar el metódico lacayo para alimentar a ese monstruo con forma de niña.

La relación entre el joven humano y la aparentemente joven (pero con muchas décadas de existencia a sus espaldas) se nos ofrece en su comienzo como fascinante, con la inocencia propia de quienes sin conocerse se sienten atraídos de forma irremediable; las escenas del cortejo, de las primeras citas son realmente encantadoras, incluso evocadoramente familiares.

Hay mucho más en la película; el llamado "buylling" que padece nuestro joven protagonista es veraz, no se deja nada en el tintero. Tal vez cierto estereotipo en el matón de turno nos resulte muy evidente, hasta tópico.

No quiero desvelar más detalles pero no puedo evitar dejar de mencionar la delicadeza de los pies descalzos de nuestra protagonista y el arte de la seducción de la eterna fémina.

Es una película que no permite interrupciones, distracciones o huidas en forma de sopor hecho ligera siesta o cabezada ocasional (miserere mei). La única pega que le veo es el «remake» que hicieron los norteamericanos, «Let me in», que no hace honor a la original a pesar de una Chlöe Grace Moretz en estado de gracia.