Liza
Johnson dirigió en 2013 una película en la que volvía a
escenificar la búsqueda del lugar en el mundo. Si en Return (2011)
era una soldado la que volvía a su mundo después de cumplir con su
deber, en Hateship,
Loveship,
es una cuidadora de ancianos y mujer de la limpieza la que encontrará
su lugar en el mundo después de una trama, de un ardid en forma de
broma de mal gusto, quien además de cumplir con su cometido,
encuentra la única oportunidad que el destino le brinda.
Está
basada en una novela de Alice Munro titulada “Hateship,
Friendship, Courtship, Loveship, Marriage“.
Kristen
Wiig protagoniza un drama que tiene forma de puzzle, es decir, las
piezas van encajando hasta mostrar un bello mosaico. La Wiig
interpreta a Johanna, una más que eficiente ama de casas ajenas.
Johanna se queda sin trabajo después que la anciana que cuidaba
dejara este valle de lágrimas.
La
pose adusta, la timidez, la pinta de paleta y las facciones de mujer
rendida, derrotada, sin atisbo de ilusión en su mirada es lo primero
que llama la atención de este personaje obsesionado por el orden, el
método y la limpieza.
El
sentido del deber vuelve a aparecer como en Return. Johanna cumple la
última voluntad de la anciana. Una vez muerta Johanna la viste con
el vestido azul que quería llevar puesto ese día.
El
comienzo nos regala detalles en los que vale la pena detenerse: la
firmeza de Johanna (el planchado del vestido azul de la anciana está
ejecutado con mano firme y con destreza), sus zapatos, la forma de
vestir y el peinado delatan a una mujer entrada casi en la cuarentena
sin más horizonte que el de cumplir con su cometido, soñar en
soledad y silencio, viendo la vida pasar.
Su
nuevo trabajo es a las órdenes de Mr. MacCauley (Nick Nolte), un
anciano resultón con blancas barbas que tiene a su cuidado a su
nieta Sabitha (Hailee Steinfeld), una adolescente
huérfana de madre, cuyo padre es un alcohólico y cocainómano que
va de aquí para allá. Este personaje (Ken), interpretado por Guy
Pearce, vive atormentado con la culpa de causar la muerte a su esposa
en un accidente. La amiga de Sabitha, Edith (Sami Gayle), es un
miembro más de familia.
A
pesar del orden que infringe en lo que limpia, recoge, barre, friega
o cocina, nuestra protagonista es una persona que ha llegado a un
punto tal de aceptación de su soledad y de la falta de una familia.
Pero
Johanna va a encontrar la horma de su zapato. Sin buscarlo se
encontrará en forma de carta manuscrita lo que después, por mor de
una chiquillada de unas mozicas que pretenden echarse unas risas a
costa de la recién llegada con zapatos raros, provocará una reacción
en la peculiar asistenta.
La
película nos muestra el valor de querer sin pedir nada a cambio y de
la determinación. Un gran Nick Nolte ejerce de gran patriarca justo.
La Wiig hace creíble a Johanna no, lo siguiente. Por momentos lo
borda. Y las cortas apariciones de Jennifer Jason Leigh empacan una
historia de la que hay quien dice que se queda corta. Destaco a la
Wiig, Nolte y Guy Pearce. De las jóvenes promesas el personaje de la
Gayle tiene más chicha. Apunta maneras la joven protagonista de El
Profesor.
No
quisiera acabar sin recomendar la película, aun a riesgo de
provocar cierto desasosiego. Aunque tiene un planteamiento más que
notable, el desenlace ( previsible) se cierra bruscamente
dejando al nudo, al desarrollo, en una situación algo comprometida.
Sabe a poco. Es tan buena la historia que deja la sensación de
querer más.
Resumiendo,
la propuesta es buena pero se queda en el notable cuando tiene todos
los mimbres para el sobresaliente, entre ellos unos actores que dan
credibilidad a sus personajes y una historia que más bien parece un
cuento.