Eligió margarita vellorita
alejar su balsámica fragancia.
Enmascara su pétalo, su cúspide,
que donó la finada primavera.
Cualesquiera me digan, me pregunten,
con disimulo nada yo confío.
Apretaban sus dientes obedientes
las fragancias silentes que se tragan,
que jamás aromé y me desalienta.
Con ardiente pasión jugó y se ajó,
la bellísima flor que decidió
la pureza manchar con veleidad
que endulzaba a su antera savia negra.
Un frunce enseña, pero da otro doble.
La beldad y bondad celan sus pétalos,
se amanceba, con polen disimula
su corola bruna, pétalo ajado.
¿Por qué escogemos lo mismo, la misma
seca flor que se lacia y nos marchita?