21 mayo 2014

POSTALES DESDE OPORTO


En la caverna de Platón los sentidos resultan engañosos. Fotografiar tiene la virtud de captar el tiempo. El reloj se para. El pasado nos acompaña en el presente. La imagen captada permanece ajena al marcar de las horas. No engaña.

Una postal es un recuerdo. Da fe que estuvimos en un lugar. ¿Quién no ha enviado y recibido una? Podemos guardarla entre las páginas de un libro.

Esta primavera Arturo Villarrubia ha editado sus paseos y sus fotografías en Oporto. ¿Quién no conoce a Arturo? Le gusta conversar y le gusta fijarse en los detalles. La fotografía le permite dialogar con las historias e imaginar con detalle la realidad. Ora saca el sol que te acompaña, ora el peso de la tristeza y de la derrota. 

El puerto recibe a quienes llegan. Despide a quienes van más allá. Un Oporto enraizado en la divinidad es la antesala de la ciudad del presente. Con venas de acero. Donde hay que cuidarse de los escalones.

Las imágenes son reales. Hoy está lloviendo. Nuestro protagonista, paraguas en mano, nos habla de la gaviotas, de donde se cruzan las corrientes de un río y un océano. Saber echar las redes proviene de un conocimiento previo.

Arturo comienza su génesis desde el agua. Ha cruzado el puente. La lluvia. La mar. El Duero. Sin Venus. Con Jano bifronte y Portuno.

La oportunidad nos es dada en el tiempo aunque sea corto. Recordando a vikingos que llegaron de Bretaña nos lleva río arriba. Me gusta la foto de los ravelos en el Duero. Es día de San Juan.

Los ravelos son barcas sin quilla. Transportaban las barricas de vino hasta Vila Nova de Gaia.

Quiero pararme aqui. Necesito tomar perspectiva. Sin quilla puede la barca volcar. Yo con ella. Mientras cierro los ojos intento imaginarme de donde hemos venido. Villarrubia nos recuerda que los romanos pusieron el primer nombre a la ciudad. Nuestro idioma proviene del latín que trajeron los romanos. Portus Callus devino en el portugués Porto: Oporto en castellano.

No nos reconocemos en Roma. Adoptar el Oriente enigmático es cool. Villarrubia, sin darle importancia, desecha el ying y el yang. Prefiere la compañía de Jano y Portuno. ¿Tanto nos cuesta reconocernos en Occidente? En España casi nadie sabe quienes son Gárgoris y Habidis.

Abro los ojos. Hoy he leído que Pinto, ex-portero del Barça, se despide de su ex-equipo. Está contento. Dice que le alegra que le aceptaran como un soñador. ¿Sabrá quien fue Calderón de la Barca? Tenemos sueño. Sueño, luego existo. En la piel de toro soñamos. Somos muy dignos. Somos muy idealistas. Podemos soñar. Somos un lema. Un anuncio publicitario. Estamos en venta. Libro de caras. Caras en la ventana.

De vuelta a Postales desde Oporto cualquier ensoñación se queda en los ravelos Duero abajo. ¿No son nuestras vidas ríos que desembocan en el mar?

Villarrubia nos hace pisar tierra firme. Nos dice que nos dejemos de tópicos. Nos invita al saber. ¿Es gratuita la cita al hip-hop, Madredeus y el fado? Tampoco es necesario que abarquemos todo. Aunque nos paramos en 100 al contar escalones llegamos a nuestro destino. Basta con subirlos.

Las vistas desde lo alto tienen la majestuosidad de lo excelso. Somos motas de polvo en la inmensidad del Universo. La ciudad se ve abajo. Hay árboles. Los árboles nos sobreviven. Los hay centenarios. Testifican la historia vivos. El viento mece sus copas, o arranca las ramas más frágiles. La vida no es una ruleta. No es un azar. Es un camino que comienza y tiene un fin.

Villarrubia se para en Céfalo y Procros. No es por casualidad. La historia de estos dos personajes tiene un desafortunado, y cruel, final. No es la ira de los dioses quien mata a Procros. La lanza de Céfalo atraviesa en fatal destino a su esposa. El amor es lo que tiene. Da la vida. Da la muerte.

Impresionante es la narración sobre el escultor Antonio Soares dos Reis. Las fotografías atestiguan su obra. Acabó su periplo con dos disparos de bala. Los genios tienen esas cosas: nadie los entiende. El olor a pólvora se percibe. Con sus tonos ahumados, picantes, que incitan a la euforia.

Un alegato racional sacude a nuestro protagonista en el Centro Portugués de Fotografía. Irrumpe contra la manipulación ideológica de las imágenes. ¿Es casual que sea en la antigua prisión donde se separaba a los pudientes de la chusma? ¿La Justicia no tiene como fin igualarnos ante Dios y la Ley? No es la respuesta acertada.

Villarrubia elige uno entre dos modelos de arte de la fotografía. No lo desvelaré para que podáis descubrirlo.

El autor nos cuenta cosas, sucesos, personajes. Nos ilustra con lo que hay detrás. Nos invita a escudriñar, a viajar sin hacer turismo. Es factible tener un guia. Como todo lo contrario. Hay quien se desplaza kilómetros y lo llama viajar. Arturo en un tiempo récord ha resuelto el enigma. Nos invita en cada capítulo a recorrer con la vista y la mente la historia que tiene cada muro, cada iglesia, cada costumbre, cada pueblo. Y observar el futuro.

Creo que es el momento idóneo para parar. Os invito a hacer el viaje con Postales desde Oporto. Quedaréis encantados con este relato. Tiene forma de visita guiada por la ciudad de los puentes sobre el Duero, de artesanos chocolateros, de hombres y mujeres que boxean en el atrio de la Catedral, del puerto que da nombre a un vino, de un dios oportuno con dos caras: una en el pasado, la otra en el futuro. Villarrubia confiesa que siente el peso de la Historia.


Es oportuno este libro, sin duda.