Se gestó con la lluvia el deseo
y se arroja en un cofre el amor a la mar
con el niño Perseo.
El destino ya estaba prescrito,
a Serifa el arcón arribó;
se debía cumplir lo ya escrito.
Se ha salvado el infante al dictado del destino.
El destino perenne mandata,
marca siempre el sino.
El amor es Perseo matando a la Medusa,
enseña su cabeza
y en piedra nos convierte su verdad inconcusa.