Mañanea pintando de céfiro
mi ajada alma.
La suave cadencia acaricia
la intimidad del pensamiento,
de anhelo tan hondo;
la realidad de los despropósitos
El sonido melodía resonó en la maitinada
calmando los colores de desdicha
que encontré en dunas
de arena fina,
en el yermo desierto
sin oasis, sin sombra del dátil
dulce guindado
en racimo aguantado por su mástil.
Alborada trayendo la brisa
en mi espalda desnuda, cargada
de los pesos y cadenas que me impongo,
desesperado al no encontrar tesoro
tan soñado y apreciado.
De rocío en mi frente
alivio el apetito que aflige mi existencia
en el deseo orillada, en un tártaro
expiando mis pecados condenado.
Condenado al destierro
liberado de ti, de tu insolencia
de niña caprichosa que con rotos
juguetes travesea complacida.