Ada estiraba el brazo
moviendo luces.
Daba vuelta a los colores.
Como una falda caían de lo alto.
Su hermana reía ida
cuando evitamos olas saltándolas,
con risas, carcajadas
y el respeto al fondo del mar
lleno de estrellas, caballitos y sirenas.
Aún la veo volando
cuando la colchoneta
subio hacia el Cielo
(bufó Eolo).
Reía y no tenía miedo alguno.
Recuerdo a su prima Marta
preguntando si me dolía
la mano que llegó vendada
de un higiénico quirófano.
O cuando le llamaba
la atención mi nívea barba.
Veían sus infantiles ojos
un vetusto abuelito.
Aún los veo igual que ayer.
Ella y su hermano Francesc
corrieron al verme.
Era una tarde esperando
a que volvieran del colegio.
Él nació el primero
y lo llevaba recién nacido
sobre mi hombro.
Valga cerrar las memorias
con el primo de todos ellos.
Julián.
¡Qué contento y que cara de buenazo!
Pintaba su párvula vergüenza
la neta mirada con la que dicen
querer los niños.
Corría a recibirme.
Hace tanto, mucho.
O hace bien poco
y tantas otras veces...
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