Con la impulsión he renacido,
se han apagado los rescoldos
que se avivaron en el fuego
de la inflamada candelada.
El firmamento se aclaró,
venció el azul las nubes negras;
es la solana iluminada
la retomada travesía.
Con fulgorosa amanecida,
con los pardales y sus trinos
que de sus nidos se han movido,
se levantaron las desdichas.
Yo me repuse y puse en marcha,
deshilvanándose ataduras
se desataba en mi memoria
la soñolencia, la apatía.
Es lo posible que advirtiera
que la belleza es imperfecta,
que el nubazón del firmamento
es la tormenta que venía
con la adecuada perspectiva,
y que al abrirse los paraguas
que nos cobijan de finísima,
de simplicísima llovida
que el aguacero ha regalado,
me revelaron que el chubasco
es un bautismo que engañaba.