Dedicado a mi buen amigo Arturo Villarrubia
Blanco y negro dibujan
un rostro captado,
un rostro captado,
un instante,
un
momento del pasado imposible,
un
recuerdo que se traslada
de la memoria al papel
de la memoria al papel
que plasma el
ayer en el hoy
sin
continuidad de repetirse.
Es la fotografía un canario enjaulado,
el instante que pierde su presente entre barrotes,
mirando el tiempo pasar en su cautiverio.
Luces
y sombras moldean
el tiempo atrapado en una hoja
el tiempo atrapado en una hoja
de
haluros de plata,
colgando de un puente
colgando de un puente
de
gelatina
entrometiendo la
luz del día con
la noche.
Un agujero negro
donde las miradas se fijan,
se hincan, se inventan a sí mismas
en una décima de segundo,
pócima de luz que jamás se agota.
Son
los ojos espejos
del alma sin colores,
del alma sin colores,
con
la forma de
los trazos difuminados
en
blanco y negro;
ayer de papel baritado.
