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Alauda

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24 septiembre 2024

El derribo






Volvía el gélido aire 
y me alentaba mejor.
Debajo se mostraba 
triste un solar 
de bingo viejo derruido 
por las máquinas con su tris, tras.

A enorme foso de tierra, 
piedra y losa, posaban 
curiosas sus miradas quienes sin luto
inertes subían 
a lomos del progreso excavando 
en su propio pasado.

¡No se lleven la arboleda!

¡No arranquen las páginas del libro!

Heredad de infame ruido, 
de regurgitados nidos,
mientras miraban las palomas 
sin entender nada, solo miraban.

Miraban como destruían lo viejo 
y construían lo nuevo: otro edificio.

Palas mecánicas, hombres de Sol a Sol
borraban cimientos y muros.

¡No se lleven la arboleda!

¡No arranquen las páginas del libro!

Quedaba un hongo extenso bajo el Cielo 
donde esporas de hierro y de cemento 
levantan otro techo. 

Mientras duró el silencio
contemplé como un sordo sigiloso 
lo desgajado, 
tocando con mis dedos en el aire los sonidos
de la arbolada prieta que estaban descepando.

¡Oh Dios mío!

¡Sigo oyendo el arrullo de sus hojas!

¡Miro aún el sepulcro de los muertos!

Es un lago seco con entrañas devoradas
para plantar a hoya cepellones sin almáciga
de nuevas raíces.

¡No se lleven la arboleda!

¡No arranquen las páginas del libro!

¡Sigo oyendo el arrullo de sus hojas!

¡Miro aún el sepulcro de los muertos!





20 septiembre 2024

Es la hora

                    Fotografía: barriodelpilar.com



Es tiempo de velas plegar, de escoger
y prescindir de lo que no hace falta
arrojándolo a olvido tan triste de un cubo
de humilde basura.

Hora que deje doblada la ropa,
algunas obviar y en su bolsas dejarlas.
Aquellas desechadas ya no las vestiré.

Es el momento de guardar los libros 
(con cariño cuidados y ordenados),
en cajas y candarlas con un sello
y cuando venga el frío invierno, 
con sumo mimo, descifrarlos todos.

Es la ocasión de que arregle 
cosas grandes y chicas en la casa
que aún habito, y un día quedará,
vacía y sola, con muebles 
guardándome memoria.

Época es ahora de mudarme la camisa,
planchar despacio,
coser deprisa con el hilo y aguja,
cerrando aquellos frascos de perfumes
clausurando del pasado el despropósito.

Hora para despedirme 
de aquellos que me importan;
de amigos, de algún compañero,
de los jardines, de los bancos,
y calles y rincones de mi barrio.

Es jornada de versar
cada momento que anhelo
que sea historia y mención,
de aquello que bueno recuerdo; 
es lo demás tan finadas saludes.

Es día que anochece
y me trae la brisa, sueño bueno
de dulces despertares,
o las caídas y las cicatrices
que se ven o se esconden.

Es así que yo rubrico 
que nada dejo atrás,
ni las luces ni las sombras.






13 octubre 2014

Las almas torcidas

photo credit: Piutus via photopin cc




Es cobijo la noche de las almas borrosas
que deambulan torcidas, 
asiendo los hombros 
de otros igual de doblados 
como un chicle que se estira, 
su juicio aburre a la misma razón
y alimenta emociones 
sin ataúd sepultadas 
en fosal de marasmo y repugnancia.

Miran ellos fanales satisfechos
en calidad de goma que se masca
dulce y se escupe
con el desprecio de la abulia.

Babas, vómito en el suelo,
gritos de pavos chicos
que enseñan su plumaje
con un iPhone en la mano aburriendo
a menudas pavas chicas.
Ellas sin estero o abrevadero 
o barra donde asir los bolsos
de mercadillo de domingo.

Ellas no celebran misa; 
ellos comulgan 
al dios de los gentiles.

Sus zapatos torcidos en la losa
son garabatos doblando esquinas, 
comba puerta giratoria 
sin eje, base ni horizonte,
con palabras sin tildes ni vocales
babeando las voces saliva 
y jarabe dulzón sin etiqueta; 
goma de mascar que alarga 
las noches de octubre
rondando en la nada 
sin nada en los bolsillos
con el buche vacío.






25 agosto 2014

Dos días



photo credit: y.caradec via photopin cc

A A.P.B.


Lleva dos días
mi otra alma
deshaciendo
la maraña negra
que envenena los días
con el gusto
imperfecto,

lleva dos días
bajando y subiendo
como una polea
que rueda
sin cuerda
y sin nadie que vigile
su carga que pesa
como una gran piedra.

Lleva mi hermano
en silencio
sus cosas,
las que me cuenta
con vergüenza
en su triste cara,
en su día a día,
huyendo de los bordes
de los precipicios,

lleva en silencio
tantas cosas
que gritan
por dentro
y se afean
por fuera,
con las fuerzas
que no le quedan
y sin mí
que estoy
con lo mío.

Llevo en la garganta
atado su nudo
y el mío,
y espero
que volvamos
a vernos
y ver los árboles
del parque
mientras andamos
sin tener un camino.

Llevo mi carga
vaciando la mochila
sin darme cuenta
que él arrastra la suya
con los puños prietos,
blanqueando los nudillos,
regalando tristezas
y alegrías a gajitos.

Deseo tanto que sonría
que hasta yo
río por dentro
y por fuera
pensando el momento
de disfrutar de mi amigo.







20 junio 2014

En mi calma





Calla gris el edén rayando el alba,
gorjean pajarillos ajenos del ruido
y en mi rito comulgo valerianas. 

¡Qué tranquilo Cielo gris!
Casi toco tu mirada.

A mi vista un barniz frondoso y verde,
acá un chopo, allá un olmo,
mientras me dibujas tu tristeza,
cielo gris,
en la mirada.

Tonos verdes me miran sin verme,
¿Qué pensarán de mí las raíces, tronco y ramas?

La cordura es desmesura.

Leyendo negras letras viajan nómadas, 
son romeros,
reprimen su ansia
(encarnada locura),
se hacen montaña, 
valle y oasis donde yacen, viven, finan.
Son atardeceres.

Caminantes sin camino.
Sus destinos son horarios, 
ritmos despiadados,
para ser, hacer y actuar.
De todos así se espera.

En mis iris,
Cielo gris,
hay una forma con guadaña.
Un éter.

¿Qué se yo? ¿Un sueño?

Viene o va, no anda, no para, ni está.
La fe no confía esa espera, 
cuando quiera vendrá.

A mi vista tonos verdes,
majestuosos,
bañados en Sol, dibujados en oro.
Dicha calmada, avivada calma
de hoja blanca y celeste, 
botica ansiada, droga y dicha.

Se enfría el café, 
se anuda la garganta,
se aparece tu mirada
y el alma se sojuzga.

Las palabras se enfrían,
mis manos se hielan
cuando decirte quiero mucho o nada.

Dime, ¿Qué es la nada entre la nada? 

Sin más te lo requiero 
desde el pozo más profundo, 
aljibe oscuro de bruna esencia.

¡Qué quieto estás Cielo gris!

Y que agitada está mi calma.

Sorbo el frío café
hecho otrora como manda el canon,
con agua. Día a día en que repito
los rituales, las misas y los mantras.

No hay caminos, hay bosquejos.

Hay quienes suben las persianas,
a tomar van al café el churro, las dos porras
y leen el Marca.

Ora se alza la aura,
ora ruidos, chirridos,
vecinos despertando
reiteran su rutina.

Sin rutinas
árboles no habría
ni limonadas,
ni hoy,
ni el ayer.

La gran Máquina
está en marcha.
Siguen los arpados
con su pio pio
y con sus cánticos,
cántigas del hambre
o de la chicha:
la lombriz,
la mosca
o la miga de pan.

¡Ni qué verde,
ni qué valle!

¡Ni campanas
sobre campanas!

Me gustan los árboles,
sentir la brisa,
pensar tu cara,
tus caderas,
tu sonrisa,
tu pelo,
tus uñas
y hasta tus bragas.

Las cosas son
y lo que no,
se tira por el vano.

Me gusta,
ya ves tú,
el perfil de tu mirada.

Recuento los surcos
de mi cara,
confiero que he de afeitar
esta barba que pincha,
que roza como avispas.

¡Qué sereno Cielo gris!

Que agitada está mi calma.

 


Junio 2014-Julio 2024


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