12 octubre 2024
Fina indiferencia
13 agosto 2024
Ni una despedida
Fotografía de Nuria Vivancos
La luz calmó la tarde
al caer la bruma de la noche.
Se esfumaron recuerdos con el viento del sur
alumbrando calor y solanera.
La mañana y su brisa cariñosa
es remembranza que venció al inquieto
sueño y al tardío olvido.
Así vuelvo al paso firme
para alejar de mi la melodía
que al insondable abismo me arrastraba
y me alejaba del trayecto y mi destino
perdonando cada abrazo regalado
y tuyo el verbo amable
que veló mi vista.
Es tu verbo un abrigo que en estío
tornó en invierno mi ánimo encostrado.
y me engañaba en un aroma de sonrisas.
Hielo serán mi sonrisa y mi sordera
regalando el silencio en mi mirada.
De largo pasaré sin conocerte
olvidando sincero yo tu nombre
guardando cauteloso mis abrazos.
11 agosto 2024
Un pasito para un camino.
30 julio 2024
El deseo
¿Quién es el que en sueños me desvela?
Es ávido, combo y es extremo a conciencia,
rompe el aullido dócil el estulto ser dolido,
haciendo huero aquello que ansía el penitente.
Vanidad mía de ser como Dios y ser perdonado.
Luego del tercio día,
volver del Tártaro y ser ambrosía.
Desde el mármol donde escribo
laudes sin fin, encomiándote, te miro y te digo:
- Sí, aspiro a la nada en algo.
- ¿En qué?
- Entre tus piernas.
23 julio 2024
Silencios fríos
El reloj en la pared no marca las horas
y somos libres de poner en marcha el minutero.
Marchó Mayo, la primavera es memorándum
de rojo, blanco y amarillo en un tupido verde
paseando yo sin reloj, sin manillas.
Ahora cuento, empero, el tiempo para no encontrarte.
Hay paradojas en el estío,
la dejadez marca las horas y nadie es pobre.
Como yo estoy frío, soy esclavo de la gelidez
y no puedo elegir ponerme otros calcetines.
La miseria esconde preciadas prendas
para que nadie se sienta disgustado.
Nunca es bien recibida la ostentación,
como el hielo en cada palabra
elegida para que no se pronuncie.
18 noviembre 2016
El Parque
22 diciembre 2015
Epifanía de la ausencia
29 junio 2014
Ojos de barro
Acabamos cavando nuestras zanjas
en trincheras que se mueven en el barro
(cenagal del breve amor,
un pantano de lacónicos amantes).
Nuestros rostros el hambre disimula
de aquellos que exhalaron ya sus días.
Nuestros cuerpos valientes arrastramos
y, con duros mendrugos, la dulzura
lambe los secos labios agriamente,
encogidos en lodo, rodeados de intrépidos
e inertes sacrificios ungidos en memoria.
La aguerrida Atenea ajó el anhelo
en alambre de espino en cada herida,
en abierta batalla cruel y desolada.
En nuestro templo las pieles no se rozan.
Montículos de légamo sube el centinela
y muere en fango con su rota ropa
por fiero tajo de cable.
Vencido.
Frente a frente, cuerpo a cuerpo,
cargué bayonetas de ósculos
en sucio cieno embarrado
en cada adiós más profundo.
Con el limo del lucero soterré
en un ocre sepulcro a los audaces.
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