Cambiaste decidida la visita
a mi Panteón y te marchaste
a buscar flores
rozagantes, perfumadas,
amarillas como el Sol
y los cuadros del recuerdo
pegados en las frías losas,
por los siglos de los siglos.
Buscaste ancestros
entre rejas de la tierra
o en cemento de los nichos
sin claveles ni menciones,
con vacíos panegíricos
rodeando largos cipreses
y soterrados ataúdes,
por los siglos de los siglos.
Cambiaste mi fiel deseo
de seguirte, de encontrarte,
adivinando efigies,
acompañando en silencio,
por inmaculados
mármoles, tu silueta,
a tu sed de saber.
Mar agitada en atolones
de amargura que emponzoña
sin corcheas melodías,
cambiaste eso
por el ágape en silencios,
por la última cena
sin doce discípulos,
ni Ángel, ni Miguel Ángel
que pintara Sibilas
o el lienzo del deseo en tus entrañas.
Cambiaste eso
por la amelga donde esparcidas
simientes germinaron, del estiércol,
un ángel nacarado
presto de tus atenciones
en un turbio pentagrama.
Cambiaste mi unción
y con óleo de mis dedos
te acaricio poesías
escapando de mi alma
al añil (huero cielo),
versando como un canalla
desde mis adentros
(honda gruta disolviendo ecos).
Cambiaste el libro de rojo hilo
mientras la muda Eva
invocaba con la mirada
rayos, truenos y la lluvia
y silencios de costillar
pintando el canto del profundo
con rayitas de desprecio,
ahogando en la creciente
lises en gotitas de ponzoña.
Cambiaste a Adán
por una rosaleda con espinas.
Del barro del costillar
la rosa sin las espinas germina .