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Disimula mi espera tranquila
en algodones de colores
la mirada perdida en el vacío.
El silencio las horas engulle,
como Crono el género atajó
de su propia existencia.
Sigo disfrutando del regalo
de
la olvidanza que nadie
puede
cortar en trozitos.
Con
mi mirada extraviada
en
porciones de tiempo,
los nombres nunca serán recordados.
Sin
la paz del alma vuela,
igual que un orate, el
verbo;
salta zanjas, es guerrero
sorteando
la muerte
blandiendo bayoneta.
Sin
el sosiego las manos tiemblan
como palabras que chocan
entre si, tirando
al muladar
el infame despojo de lo absurdo
del propio pensamiento.
Cada
momento es un fragmento
de tiempo, igual
que el sonriso
que marca disonante
el
tic-tac del reloj sin manecillas del deseo.