Es tiempo de velas plegar, de escoger
y prescindir de lo que no hace falta
arrojándolo a olvido tan triste de un cubo
de humilde basura.
Hora que deje doblada la ropa,
algunas obviar y en su bolsas dejarlas.
Aquellas desechadas ya no las vestiré.
Es el momento de guardar los libros
(con cariño cuidados y ordenados),
en cajas y candarlas con un sello
y cuando venga el frío invierno,
con sumo mimo, descifrarlos todos.
Es la ocasión de que arregle
cosas grandes y chicas en la casa
que aún habito, y un día quedará,
vacía y sola, con muebles
guardándome memoria.
Época es ahora de mudarme la camisa,
planchar despacio,
coser deprisa con el hilo y aguja,
cerrando aquellos frascos de perfumes
clausurando del pasado el despropósito.
Hora para despedirme
de aquellos que me importan;
de amigos, de algún compañero,
de los jardines, de los bancos,
y calles y rincones de mi barrio.
Es jornada de versar
cada momento que anhelo
que sea historia y mención,
de aquello que bueno recuerdo;
es lo demás tan finadas saludes.
Es día que anochece
y me trae la brisa, sueño bueno
de dulces despertares,
o las caídas y las cicatrices
que se ven o se esconden.
Es así que yo rubrico
que nada dejo atrás,
ni las luces ni las sombras.