31 mayo 2014

MILEY CYRUS. EL LADO NADA OSCURO DE HANNAH MONTANA.








En verdad deseo que por favor te disculpes conmigo y con Amanda Bynes por haber perpetuado abuso en ambas en terrenos en los que Amanda ha tenido problemas de salud mentales y que yo experimenté deseos compulsivos por suicidarme, y fui completamente abierta en buscar ayuda para salvar mi vida

... ...

En tu país, el suicidio es la segunda causa de muerte entre las personas de 25 a 34 años de edad. Muchas de estas muertes no ocurrirían de no ser por los abusos psicológicos y las bromas relacionadas (y mal informadas) con los problemas de salud mentales.

Sinead O'Connor en una Carta dirigida a Miley Cyrus


Desde que se estrenó en 2006 la serie «Hannah Montana» fue un exitazo. La serie catapultó como estrella adolescente a Miley Cyrus, hija del cantante country Billy Ray Cyrus. Hannah Montana tenía un argumento nada sesudo: Billy Ray y su hija Miley  interpretaban lo que son en la vida real. El apellido Cyrus era sustituido por el de Stewart. Ella por las noches gracias a una peluca rubia se transformaba en Hannah Montana, una estrella rock.

Miley Cyrus/Stewart/Hannah Montana tenía 13 años cuando se estrenó la serie de Dysney. El primer capítulo fue seguido por cinco millones de personas. La serie acabó en 2011. El merchandising generado rebasó lo imaginable. Hasta la propia Miley reconoció que le resultaba chocante ver cepillos de dientes de Hannah Montana.

La serie tuvo su película, "Hannah Montana: The Movie". En ella el personaje de Miley/Hannah plantea desvelar su secreto, que recordemos, se escondía tras una peluca rubia. Conforme crecía una transformación se iba fraguando en su persona. El crecimiento personal consiste en cambios de todo tipo. La Cyrus no iba a ser una excepción.

Una actuación en el Rock in Rio hizo sonar las alarmas. La adolescente Miley subió al escenario con tacones y un vestido algo ajustado. Aquello fue una decepción para muchos niños. La encarnación del mal ejemplo se cernía sobre la idolatrada estrella. Dudo mucho que la niñez sea la etapa en nuestras vidas donde se elaboran juicios morales, lo que me da que pensar que era cosa de adultos lo de la decepción y el juicio a la artista juvenil.

Miley/Hannah bien podría, en las calenturientas mentes de sus críticos, ser la reencarnación de la pecaminosa Eva: la mujer que habla el mismo lenguaje que las víboras y siempre está presta a dar manzanas que provoquen la expulsión de la Humanidad del Paraíso. O eso es lo que se desprende del Libro del Génesis. ¿Cómo no explicar, entonces, que la mujer tenga que ser apaleada cuando le plazca al Dios de sus entretelas? ¿Cuantas mujeres tienen que seguir recibiendo correctivos de sus padres y parejas? ¿El Amor es lo que tiene: un par de hostias y una disculpa en forma de moratón o de consumación del matrimonio?. Así es como lo practican los malnacidos.

El amor al personaje de Hannah Montana estaba mudando en el dedo que señala a Miley Cyrus. Había que salvar a Hannah de las garras de la Cyrus. Había que desapegarlas, desengancharlas. Los pobres niños estaban traumatizados con la imagen de su idolatrada Hannah en el Rock in Rio (así lo narraba el diario El Mundo el 07/10/2010: Miles de niñas miraban con la boca abierta, más o menos igual que sus padres, como la chica que mató a Hannah Montana se restregaba con el escenario embutida en un minúsculo body que dejaba el 50% de pechos y glúteos al aire...).

Alguien les había contado a los infantiles fans de Hannah Montana que los Reyes Magos son los padres, que Hannah Montana era un personaje de ficción y no la brillante estrella que los guiaba a Belén.

Esto es lo que una de sus «fans» dejó escrito (está en la Wikipedia): Miley Cyrus, ha hecho varias películas, la ultima cancion y Hannah Montana entre todas ellas. La verdad es que a mi me encantaba Miley, y queria ser como ella, pero todo cambio cuando para mi sorpresa vi su espectaculo entero por la television, el de rock in rio. Muchos niños perdieron la ilusión después de ello, pues se la esperaban como Hannah Montana, cn su peluca y deacubrieron a Hannah, vestida con unos taconazos enormes y un vestido, que para gusto de algunos era demasiado corto y escotado. Desde entonces yo y muchos otros hemos perdido algun interes por ella, eso no significa que sea guapa, atrevida o que cante bien.

El que ha escrito esto no conoce el idioma español --Manuman333 (discusión) 16:40 24 mar 2013 (UTC)

Ya comenzaba a caer en desgracia la popular Cyrus. Algo iba a ocurrir tarde o temprano y no era, precisamente, un más que considerable corte de pelo.

Coincidiendo con el estreno de la cuarta temporada el ritmo de trabajo de la Cyrus era flipante: conciertos, películas, edición de su tercer disco y rodaje de capítulos de la serie. Además ya se había echado un noviete que le duró dos años: uno de los Jonas Brothers. Nick Jonas. Ahí es nada. La Cyrus dijo en una entrevista que fue amor a primera vista; se conocieron y, ¡tachan!, se hicieron novios. El amor había triunfado. Una flecha menos había en la aljaba de Cupido.

"No puedo basar mi carrera en (los espectadores) de seis años" confesó Miley Cyrus. El comienzo del fin de Hannah Montana había llegado. La actriz había tomado conciencia de quien quería ser. Tenía el ejemplo de su admirada Britney Spears, quien se pegó, recordemos, un morreo de oro con la otrora icono del pop Madonna. Parecía que aquel beso entre las dos estrellas a punto de estrellarse predijera la ruptura entre la Cyrus y la Montana. Nunca ha habido mejor despedida que aquella que es sellada en un húmedo ósculo.

Tras finalizar la serie que le catapultó al estrellato la Cyrus tuvo dos años de éxitos: 2011 y 2012. Las recaudaciones fueron millonarias. En septiembre de 2012 rompió con el actor, y guaperas, Liam Hemsworth. Un proyecto de boda, con pedrusco de quilates por medio, se había ido al traste.

2013 iba a ser el año en que una rutilante Cyrus iba a dar mucho más que hablar. Fue el año del estreno del disco Bangerz. Una Cyrus muy sexual emergía cual espuma de la fruta prohibida de Venus. Una imagen andrógina, poses, fotos sacando la lengua y provocaciones varias han mutado, parece, a la mutante Miley/Hanna Montana.

Este año es el de la gira Bangerz Tour. Esta mañana mientras iba al trabajo me he encontrado con los carteles anunciando el paso de nuestra provocadora cantante por Madrid este mes de junio. Me ha venido una imagen de la Cyrus en un concierto montando sobre un pene. Enseguida una canción de Los Enemigos llamada "John Wayne" venía a mi mente, mejor dicho, uno de sus versos: ¿qué es lo que montas tu?

He llegado a la conclusión que la imagen provocadora de la Cyrus, con sus posturas, sacando la lengua, su delgadez y la adopción de lo andrógino y lo explícito no es más que Hannah Montana pergeñando una ruptura con el cordón umbilical que, aún en el imaginario de muchos adolescentes, le ata a un personaje que superó cualquier ficción.

El otro día recordaba con un amigo, Javi, a Johny Weissmuller, el actor que protagonizó infinidad de películas en las que interpretaba al rey de la selva Tarzán. El actor se creyó a su personaje y murió creyendo que era el mismo Tarzán. La Cyrus llegó al estrellato interpretándose a si misma. Miley interpretaba a Miley. Miley se ponía una peluca rubia y se convertía en una estrella del rock llamada Hannah Montana. Hannah Montana era el alter ego de una adoslencente que actuaba y se interpretaba a si misma. La Banda Sonora de la Serie no la firma Miley Cyrus. Lo hace Hannah Montana. ¿No es para volverse loco?

La Cyrus, empero, no está loca. Tal vez esté rota como el personaje que se tiraba por una ventana en aquella canción de los inefables Ilegales. La Cyrus nos está diciendo, sin más, que aún no ha roto con Hanna Montana. Nada parece lo que es por mucho que se esfuerce la susodicha en mostrarnos lo provocativa que es. Más que serlo, lo está en apariencia. Es una pose. Una gamberrada. 

Para mi que la Cyrus necesita descreerse de Hannah Montana. Sinceramente siento cierta lástima por ella. Ni el éxito, ni el dinero conllevan la estabilidad. No piensen que me sienta mejor que ella. No. Ni ella es mejor que nadie. Considero que su éxito será efímero como el de la caída en desgracia, su admirada Britney Spears. Lo que venga después será flotar andando sin sentir su propio peso. O lo que Milan Kundera describió como la insoportable levedad del ser.

 

30 mayo 2014

CALIFORNIA SOLO




Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: "Bebed de ella todos; porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que será derramada para remisión de los pecados".

Mateo 26:27-28
The only one I see
Is mine when she walks on the street
The only one I see
Has carved her way unto me

Everyone has been burned before
Everybody knows the pain
Everyone has been burned before
And everybody knows the pain

The Charlatans-The only one I see 
  
Erase una vez un viejo rockero escocés, Lachlan MacAldonich, que vivía en Estados Unidos, que vendía productos de una granja en un mercadillo, que tenía una hija con una ciudadana norteamericana a la que apenas conocía, que ponía música de discos de vinilo en su emisora de radio casera, que fue miembro de un grupo rock de cierto éxito, que se enamora de una de sus clientes (a la que dobla, o más, en edad) y que, por una infracción administrativa en forma de multa, podía dar con sus huesos deportado en su Escocia natal, en la Pérfida Albión, o sea, en la Gran Bretaña (Rule, Britannia!, Britannia rule the waves...). 

Este personaje solo podía ser interpretado por un scottish con pinta de guitarrista de los Deep Purple: el grandioso Robert Carlyle. A este actor se le recuerda por Trainspotting (1996), The Full Monty (1997) o la mas reciente Once Upon a Time (serie que en España se emite como Erase Una Vez) en la que interpreta al oscuro Rumpelstiltskin. 

Robert Carlyle es como los vinos añejos: con aroma, cuerpo y de largo final que, por si solos, sostienen un menú o una velada con velas a la luz de la luna. En California Solo despliega cada uno de los muchos registros que el personaje, el guión y la historia precisan. Actúa con tal desparpajo que da ganas de abrazarlo. El sólo en California sostiene un argumento que tiene mucha más mala leche de la que podemos esperar de una película independiente con perfil óptimo de Festival de Sundance (obtuvo un premio en dicho Festival en 2012); a pesar de ser una película algo lenta nos muestra una de las mejores redenciones, a mi modo de ver, del cine.

El personaje tiene un recorrido vital más común de lo que pensemos. Hace realidad aquel titulo de un disco llamado así: The rise and fall...; sí, ante nosotros tenemos a un hombre más que maduro que subió alto y se estrelló, que por caprichos del destino tiene que buscarse la vida en un país que no es el suyo y que ha dejado huecos, vacíos y cuestiones pendientes que ha de ir llenando en ese viaje hacia la redención.

Nos encontramos ante una redención más cercana a Martin Scorsese que a Jesús de Nazaret. Más que sacrificarse por la salvación de sus semejantes, el personaje de Lachlan MacAldonich sufre el castigo por sus actos pasados y presentes. No faltan ni el alcoholismo ni el abandono de una hija que no ha dejado de querer a su padre a pesar de sus desplantes y de su pose de eterno adolescente.

Es tan real el personaje de Carlyle que, a veces, nos podemos ver en él como en un espejo y sentir esas sensaciones y emociones por las que pasa nuestro protagonista: el feliz optimismo desde el que mira con esa mixtura de admiración, deseo y promesa-de-amor-eterno al personaje interpretado por Alexia Rasmussen, hasta la frustración que produce la cruda realidad cuando ésta tritura el deseo y el optimismo convirtiéndolos en humo (decía una canción llamada "Humo" de Gabinete Caligari: "somos humo, mi amor, que como viene se va..."); la secuencia del pub es tan verídica que a mí se me puso la cara roja y hasta me avergoncé. Tal cual. ¡Cuantas veces me he visto en ese brete!

El reparto cumple a la perfección el rol que el guión dispuso para ellos. La lentitud de la cinta nos permite entender, sin embargo, los procesos que se suceden en esta dramática historia. Todo tiene un sentido. Todo tiene una lógica veraz y nada engañosa. Así, el personaje femenino protagonizado con cierta solidez por la Rasmussen - Beau-, sabe mantener la tensión justa y el equilibrio. Hay momentos estupendos en el que la sola sonrisa de Beau evoca momentos en el que nuestra alma no necesita más que esa expresión que, a veces, abre puertas y corazones que parecían cerradas y duros.

Es una película muy buena. Es un drama que toca la fibra. Habrá, sin duda, quien le resulte una película indie más. Valga comentar que el guionista y director Marshall Lewy escribió el personaje que protagoniza Robert Carlyle pensando exclusivamente en él, sin conocerlo.








29 mayo 2014

LA ANTESALA DE LA LOCURA

Josef Forster: Airwalker, 1916


LA ANTESALA DE LA LOCURA

Cualquier loco,
por feliz que sea,
se recrea en su propia
condescendencia.

Los taimados
esconden su espíritu
al mundo
agazapados sobre si.

Solo los valientes
refuerzan su fortaleza
bajo los brazos
de su propio aliento.

Siempre había pensado
que la vesania
no era más que una excusa
para morir de un vómito
inacabado:
la cruel ansia
de renegar
del propio nacimiento.

En la antesala de la demencia
hay quienes vuelan por el aire
queriendo ser libres
del peso de su náusea.


25 mayo 2014

SELFIE: MÁS QUE UN AUTOELOGIO EN FORMA DE FOTO.



La historia del arte está plagada de autorretratos. Uno de los más conocidos popularmente es el del pintor Vincent Van Gogh. Y en lo tocante a la fotografía el primero, en daguerrotipo, fue el de Robert Cornelius en 1839.

El ser humano siempre ha inmortalizado en la pintura, en la cerámica, en la escultura y con la fotografía numenes, animales, dioses y personas. Hacer fotos a diestro y siniestro es de lo más normal. De hecho hace unos días hice un elogio, en forma de reseña, a un libro de fotos llamado Postales desde Oporto de Arturo Villarrubia.

La palabra selfie es un anglicismo novísimo, hasta el año 2013 los diccionarios de Oxford no la incluyen como vocablo inglés (Wikipedia dixit). En español las palabras autorretrato (que figura en el DRAE) y autofoto serían las expresiones correctas para designar lo que se ha convertido en una costumbre más que extendida.

Con la proliferación de los teléfonos inteligentes y las funcionalidades en ellos incorporadas, el paisaje urbano, incluso el rural, ha tomado una nueva dimensión. La inmediatez de la información, de la acción y la interacción solo es posible gracias a estos instrumentos que caben en un bolsillo y que apenas pesan.

Las redes sociales, pues, han hecho furor. Ahora es posible contactar a cualquier hora, desde cualquier lugar y en cualquier circunstancia, no solo con los conocidos, sino, también, con desconocidos. Incluso podemos compartir esos momentos irrepetibles, únicos. La imagen en las redes sociales, bien en forma de logo, de texto y de foto es una tarjeta de presentación. La foto del carné de toda la vida. Nuestra imagen al exterior es importante, incluso crucial. No hay agenda de contactos que se precie que no tenga una o varias fotos. Generalmente la foto propia, del careto, de la jeta, del rostro es la que en el mundo Matrix (léase Twiter, Facebook, WhatssApp, etc,) encabeza la lista de los llamados perfiles, contactos, etc.

Un lema de los tiempos nuevos, tiempos salvajes, que ha calado en las mentes de muchos ciudadanos y de muchos usuarios de artefactos con WhatsApp, Line, Instagram, etc., es el «Do it yourself".  Traducido del anglosajón al español viene a decir «hazlo tu mismo».

Sin ánimo de extendernos, ni de ser concretos, expresa el hecho de ser la propia persona la que produzca sus propios bienes, utensilios, enseres, etc. Hay quien relaciona el DIY con movimientos autogestionarios, punks, etc. Un ejemplo del «hazlo tu mismo" sería el grupo Les Luthiers.

Es costumbre extendida que con el móvil nos autorretratemos por una cuestión funcional; tener foto de perfil. Pero el ser humano en su naturaleza transcendente ha encontrado otros usos y finalidades al selfie. Así, por ejemplo, podemos expresar un estado físico (por ejemplo, un embarazo), emocional (la tristeza, la alegría), un acto social (la entrada o salida de un concierto), unas vacaciones, etc., o, simplemente, el mero gusto de verse uno mismo guapo, atractivo, buenorro, sexy, guay, chupiguay, apetecible y preparado para el éxito (o el estrellato).

Hay selfies grupales que generalmente inmortalizan cenas, juegos, fiestas, reuniones o vaya a saber usted qué. Hay selfies que en lugar de centrarse en el careto, se centran en partes del cuerpo: barriga, pechos, partes íntimas, pies u ombligo: Una tal Jen Selter es la reina de los selfies de trasero en Instagram.  La misma red social borró el trasero de una tal Meghan Tonjes por estar lleno de lorzas. Lo consideraron inapropiado; más tarde le pidieron perdón. El selfie, por lo tanto, no es unívoco ni inocente.

La cosa se pone, desgraciadamente, más preocupante cuando hay extensos books, álbunes, páginas web que nos muestran selfies nada anodinos, fanfarrones, bobos, narcisistas o inseguros: estamos hablando, por ejemplo, de actitudes impropias con personas y animales.

No hace mucho se hizo público que unos gañanes (jovenzuelos y jovenzuelas) se hicieron un selfie para que quedara inmortalizada, en esa nada pueril imagen, un suicida. Se toparon esos canallas con un tipo que se iba a tirar de un puente y, en lugar, de impedir aquel hecho y buscar ayuda, los muy guays se hicieron un selfie. Que majos. La inmoralidad de estos sujetos quedó inmortalizada en forma de Los selfies de Madison.

Un tal Danny Bowman se hacía 200 selfies al día. El muchacho estuvo a punto de suicidarse porque no le admitieron en una escuela de modelos.

Si el elogio de uno mismo se refleja en un selfie, ¿para qué queremos los espejos? ¿los hemos roto de tanto mirarnos? ¿o se han vuelto prescindibles? La cosa es más sencilla:

La Asociación Americana de Psiquiatría (APA) ha realizado una clasificación de trastornos del selfie. Así se denomina «selfitis» a la compulsión de hacerse fotos unos mismo para colgarlas en las redes sociales para compensar la falta de autoestima y un vacio en la intimidad. Habla la APA de tres categorías de este trastorno:

Selfitis Borderline: tomar fotos de uno mismo por lo menos tres veces al día, pero no publicarlas en medios de comunicación social.

Selfitis aguda: tomar fotos de uno mismo por lo menos tres veces al día y la publicación de cada una de las fotos en las redes sociales.

Selfitis crónica: impulso incontrolable de tomar fotos de uno mismo durante todo el día y la publicación de las fotos en las redes sociales más de seis veces al día.

Siempre se ha dicho que el rostro es el espejo del alma. El selfie, a veces, precisa de una terapia cognitivo-conductual.

Tema: Imágenes. Artista: Glamour

24 mayo 2014

EL HORLA. UN COMENTARIO DE UN CUENTO DE TERROR.




Mis terribles dolores me hacen ver que estás lejos todavía de nuestra Patria;
veo que te resistes al Cielo, magnífico y antiguo.
Pero es inútil tu furia y tu delirio.
He aquí, levantada, la Cruz, la Cruz que jamás arderá
-victorioso estandarte de nuestro linaje-
Novalis. «Himnos de la Noche»


Un contexto de la obra

El advenimiento del Progreso y de las Luces tuvo consecuencias. Lo anímico y lo irracional quisieron compensar los cambios que se producían.

La literatura se inundó de historias increíbles, aterradoras. Frankenstein es un nuevo Adán. El hombre es el todopoderoso creador. La bestia es su obra más perfecta. La inocencia muere jugando ahogada. Las llamas purifican la maldad del hombre confiriendo, así, humanidad al monstruo.

Es una época de espíritus solitarios, de sifilíticos, de dementes y de tuberculosos. El joven Werther personifica lo desgraciado del ser. La Luz nos muestra el oscuro destino de la humanidad. Aparecen los hijos de la Noche. Los moradores de los cementerios salen de sus tumbas para reclamar su lugar en la Historia.

La identidad se reafirma ante un sombrío panorama. Lo viejo contra lo nuevo. La encrucijada. Jeckill y Hyde. La Naturaleza contra la Ciencia. La Patria se alza contra el Leviathan uniformador. El folclore, el idioma de los antepasados y las costumbres renacen. El crucifijo ahuyenta el engendro del Mal. La fe mueve al pueblo para cazar a la abominable criatura. ¿Quien sino un científico podría crear a la bestia? El soplo divino en el barro deja paso a la electricidad que reanima una sinécdoque de cuerpos ultrajados.

El Horla

Narración sobresaliente del escritor francés Guy de Maupassant, prolijo autor de relatos fantásticos. La primera reacción que provoca la novela es desasosiego. El terror y desconcierto del protagonista se traslada al lector. Cada frase del Diario mantiene alerta los sentidos. Suscitar el interés es una de las virtudes del francés. ¿Quien no ha sentido la sensación helada de una presencia? ¿Que ojos no han buscado algo que no está? Sin motivo aparente nuestro protagonista decae. Sus energías le abandonan.

Un 8 de mayo comienza el desarrollo de la historia. Apenas una breve introducción exaltando la Naturaleza, las costumbres, incluso, los modismos regionales. ¡Que hermoso día!...Tendido en la hierba...bajo el enorme plátano que la cubre, la resguarda y le da sombra.

Frente a nuestro ufano protagonista un ancho Sena y torres góticas son espectadores del símbolo del progreso en forma de remolcador que echa humo. Nuestro protagonista no será ajeno a los cambios. La visión de una blanca goleta le hace sentir exultante.

En 72 horas algo pasa. Tres días más tarde llega la confirmación: ...estoy enfermo. El médico le prescribe duchas y bromuro de potasio. Lo que sigue es angustioso.

La inquietud se palpa. Es veraz la descripción de los terrores nocturnos. ¿Quien no ha sentido que algo, alguien o ello se sienta sobre nosotros sin que podamos articular una palabra mientras dormimos? El grito estremecedor nos recuerda que aun estamos vivos. El gallo cuando escucha su eco canta más alto y fuerte. Comienza así un nuevo día.

Esta novela corta describe un proceso físico, mental. Una fractura ontológica. Una ida y una venida. Los paseos, los viajes como recurso sanador. La huida nunca es completa. A veces miramos atrás. Volvemos tras los pasos que nos llevan de nuevo al hogar. ¿Donde se esconden los fantasmas? ¿Por qué nos siguen en el día a día? ¿La lejanía libera de las sombras?

Se suceden los días. Nuestro amigo enfermo no tiene un nombre. El anonimato es total. Poco sabemos de él. Maupassant nos mantiene en vilo sobre nuestro atormentado anfitrión. ¿No fue el conocimiento lo que expulsó a Adán y a Eva del Paraíso? No ha lugar a rodeos. Es un Diario. No hay pecado que purgar.

Nuestro protagonista sin nombre huye. Es el primer viaje. El autor se recrea en la belleza de la naturaleza. En esos episodios es cuando se encuentra bien, entonado, con energías, con vitalidad.

Hay un punto de inflexión en la historia. La conversación con el monje es significativa en la toma de conciencia de nuestro protagonista. Las leyendas aparecen y, con ellas, los misterios de la noche. Es curiosa la leyenda del hombre encapuchado acompañado por un macho cabrio con rostro de hombre y una cabra con rostro de mujer. El monje dice no saber aunque expresa:

 —¿Acaso vemos —me respondió— la cienmilésima parte de lo que existe? Observe por ejemplo el viento, que es la fuerza más poderosa de la naturaleza; el viento, que derriba hombres y edificios, que arranca de cuajo los árboles y levanta montañas de agua en el mar, que destruye los acantilados y que arroja contra ellos a las grandes naves, el viento que mata, silba, gime y ruge, ¿acaso lo ha visto alguna vez? ¿Acaso lo puede ver? Y sin embargo existe.

Hay cosas que son y que no vemos. Lo grave es que están.

De vuelta del viaje sucede un hecho que se repite. La jarra está vacía. La noche anterior estaba llena. Lo evidente hace sucumbir a la razón: ¿Quién se había bebido el agua? Yo, yo sin duda. ¿Quién podía haber sido sino yo? Entonces... yo era sonámbulo, y vivía sin saberlo esa doble vida misteriosa que nos hace pensar que hay en nosotros dos seres, o que a veces un ser extraño, desconocido e invisible anima, mientras dormimos, nuestro cuerpo cautivo que le obedece como a nosotros y más que a nosotros.

Aún tengo en la memoria a los que abren las neveras y ven allí personas. Para quienes su padre es otro. Aún recuerdo como lo evidente daba paso a su contrario. Aún les veo correr escapando de un peligro que no había pero que era real. Cuanto dolor y cuanta angustia generan la enfermedades mentales.  La pérdida del alma. La huida del yo dentro del yo. La certeza total. El mimetismo. Cuanta tristeza y vergüenza la de los seres queridos que ven al enajenado sucumbir a su fantasía, a su íntima verdad. Allí donde Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza el barro vuelve a su forma. De la costilla de Eva nace Dios. Adán es la manzana. El Verbo la serpiente.

Relata el rico huésped. ¿He perdido la razón? Lo que pasó, lo que vi anoche, ¡es tan extraño que cuando pienso en ello pierdo la cabeza!

A partir de aquí nuestro protagonista huye de nuevo. Entre personas se encuentra bien. Visita a su prima y un episodio de hipnosis le muestra la fuerza de la sugestión. El poder de la mente es realmente increíble.

Maupasant aprovecha la ocasión. Es el 14 de julio. Es la fiesta de la República. No deja títere con cabeza. Critica a la masa, el populacho, por su falta de criterio y de volubilidad. Crítica a los políticos por guiarse por principios, por falsedades.

La vuelta al hogar nuestro protagonista tomará conciencia del ente, de su poder sobre la materia y sobre su voluntad. Aunque el contacto con la Naturaleza le continua provocando un estado de felicidad, de excitación, de vitalidad, de belleza: El sol iluminaba el agua, sus rayos embellecían la tierra y llenaban mis ojos de amor por la vida, por las golondrinas cuya agilidad constituye para mí un motivo de alegría, por las hierbas de la orilla cuyo estremecimiento es un placer para mis oídos.

Sin embargo es consciente nuestro amigo del poder que ejerce el ente sobre él. Nos encontramos ante un claro estado de posesión. Un ser invisible lo domina a voluntad. Pero, ¿quién es el ser invisible que me domina? ¿Quién es ese desconocido, ese merodeador de una raza sobrenatural?

La ira aparece. Nuestro amigo se rebela contra el ser invisible. Toma conciencia y hace un símil: ¿Acaso a veces los perros no muerden y degüellan a sus amos? Plantea una estrategia, pero descubre que también a otros le ocurre lo mismo. Deduce que aquel 8 de mayo la goleta que vio traía al huésped que bebe agua, leche, le roba la energía y la voluntad.

Estamos ante un claro caso de vampirismo. Las noticias llegadas allende los mares así lo atestiguan: "Nos llega una noticia muy curiosa de Río de Janeiro. Una epidemia de locura, comparable a las demencias contagiosas que asolaron a los pueblos europeos en la Edad Media, se ha producido en el Estado de San Pablo. Los habitantes despavoridos abandonan sus casas y huyen de los pueblos, dejan sus cultivos, creyéndose poseídos y dominados, como un rebaño humano, por seres invisibles aunque tangibles, por especies de vampiros que se alimentan de sus vidas mientras los habitantes duermen, y que además beben agua y leche sin apetecerles aparentemente ningún otro alimento".

El nombre del invitado invisible es desvelado. El Horla. Un ser superior. Un ser que ha venido a dominar al ser humano. Darwin ha vencido al Dios Goliath. Maupassant claramente nos ha estado describiendo una crisis. Llegados aquí la locura ha hecho mella en nuestro protagonista. Con los instrumentos de la razón y de la ciencias ha tomado conciencia de la realidad. Una realidad que nos trasciende. Un ser invisible, el Horla, es el nuevo estadio en la evolución. Es paradójico que ese ente tiene comportamientos humanos. Pasea, bebe agua y leche, lee y tiene aparentemente temor.

Hay que recapitular. Nuestro protagonista ha hecho a lo largo de su Diario una reflexión epistemológica. Tres son las fases:

Escepticismo. —Si existieran en la tierra otros seres diferentes de nosotros, los conoceríamos desde hace mucho tiempo; ¿cómo es posible que no los hayamos visto usted ni yo?

Optimismo. Decididamente, todo depende del lugar y del medio. Creer en lo sobrenatural en la isla de la Grenouillère sería el colmo del desatino... pero ¿no es así en la cima del monte Saint-Michel, y en la India? Sufrimos la influencia de lo que nos rodea.

Desasosiego. Cuando nos atacan ciertas enfermedades nuestros mecanismos físicos parecen fallar. Sentimos que nos faltan las energías y que todos nuestros músculos se relajan; los huesos parecen tan blandos como la carne y la carne tan líquida como el agua. Todo eso repercute en mi espíritu de manera extraña y desoladora. Carezco de fuerzas y de valor; no puedo dominarme y ni siquiera puedo hacer intervenir mi voluntad. Ya no tengo iniciativa; pero alguien lo hace por mí, y yo obedezco.

En el cuento de Maupassant por primera vez lo que era un ente invisible ahora es un vampiro. Llegados aquí nuestro protagonista, conocedor de la verdad revelada, sujeto/objeto del dominio del Horla sobre la materia y su psique, henchido del conocimiento de la verdad, se muestra con la vehemencia propia de la locura más estridente y con la certeza del trágico destino de la humanidad:  ¡Ah! El buitre se ha comido la paloma, el lobo ha devorado el cordero; el león ha devorado el búfalo de agudos cuernos: el hombre ha dado muerte al león con la flecha, el puñal y la pólvora, pero el Horla hará con el hombre lo que nosotros hemos hecho con el caballo y el buey: lo convertirá en su cosa, su servidor y su alimento, por el solo poder de su voluntad. ¡Desgraciados de nosotros!

En el proceso de la locura siempre hay un rincón para lo apocalíptico. ¿No será que la conciencia de la verdad provoca estados de demencia? ¿No será la soledad de nuestro amigo la antesala de la enfermedad? El ser humano es un solitario que busca la compañía de otros solitarios. El enfermo solo tiene, o ansía, la compañía de Dios. Si Dios ha muerto nos queda el Horla.

Maupassant se encontraba en pleno declive físico (sífilis) y mental; tuvo varios intentos de suicidio. Sus últimos días acabó en una residencia mental. ¿Qué es lo que tengo? Es el Horla que me hechiza, que me hace pensar esas locuras. Está en mí, se convierte en mi alma. ¡Lo mataré!

La locura tiene su canto del cisne, posee (siempre) ese punto de certeza que nos convierte en una diáfana expresión de la nada, del vacío. ¡Mi imagen no aparecía y yo estaba frente a él! Veía aquel vidrio totalmente límpido de arriba abajo. Y lo miraba con ojos extraviados; no me atrevía a avanzar, y ya no tuve valor para hacer un movimiento más. Sentía que él estaba allí, pero que se me escaparía otra vez, con su cuerpo imperceptible que me impedía reflejarme en el espejo. ¡Cuánto miedo sentí!

La conclusión, el fin, viene determinada por la destrucción. El fuego aparece como elemento purificador. Nuestros actos tienen consecuencias. Los criados de nuestro protagonista perecen abrasados. El final de la historia ya se había anticipado. Después del hombre, el Horla.

21 mayo 2014

POSTALES DESDE OPORTO


En la caverna de Platón los sentidos resultan engañosos. Fotografiar tiene la virtud de captar el tiempo. El reloj se para. El pasado nos acompaña en el presente. La imagen captada permanece ajena al marcar de las horas. No engaña.

Una postal es un recuerdo. Da fe que estuvimos en un lugar. ¿Quién no ha enviado y recibido una? Podemos guardarla entre las páginas de un libro.

Esta primavera Arturo Villarrubia ha editado sus paseos y sus fotografías en Oporto. ¿Quién no conoce a Arturo? Le gusta conversar y le gusta fijarse en los detalles. La fotografía le permite dialogar con las historias e imaginar con detalle la realidad. Ora saca el sol que te acompaña, ora el peso de la tristeza y de la derrota. 

El puerto recibe a quienes llegan. Despide a quienes van más allá. Un Oporto enraizado en la divinidad es la antesala de la ciudad del presente. Con venas de acero. Donde hay que cuidarse de los escalones.

Las imágenes son reales. Hoy está lloviendo. Nuestro protagonista, paraguas en mano, nos habla de la gaviotas, de donde se cruzan las corrientes de un río y un océano. Saber echar las redes proviene de un conocimiento previo.

Arturo comienza su génesis desde el agua. Ha cruzado el puente. La lluvia. La mar. El Duero. Sin Venus. Con Jano bifronte y Portuno.

La oportunidad nos es dada en el tiempo aunque sea corto. Recordando a vikingos que llegaron de Bretaña nos lleva río arriba. Me gusta la foto de los ravelos en el Duero. Es día de San Juan.

Los ravelos son barcas sin quilla. Transportaban las barricas de vino hasta Vila Nova de Gaia.

Quiero pararme aqui. Necesito tomar perspectiva. Sin quilla puede la barca volcar. Yo con ella. Mientras cierro los ojos intento imaginarme de donde hemos venido. Villarrubia nos recuerda que los romanos pusieron el primer nombre a la ciudad. Nuestro idioma proviene del latín que trajeron los romanos. Portus Callus devino en el portugués Porto: Oporto en castellano.

No nos reconocemos en Roma. Adoptar el Oriente enigmático es cool. Villarrubia, sin darle importancia, desecha el ying y el yang. Prefiere la compañía de Jano y Portuno. ¿Tanto nos cuesta reconocernos en Occidente? En España casi nadie sabe quienes son Gárgoris y Habidis.

Abro los ojos. Hoy he leído que Pinto, ex-portero del Barça, se despide de su ex-equipo. Está contento. Dice que le alegra que le aceptaran como un soñador. ¿Sabrá quien fue Calderón de la Barca? Tenemos sueño. Sueño, luego existo. En la piel de toro soñamos. Somos muy dignos. Somos muy idealistas. Podemos soñar. Somos un lema. Un anuncio publicitario. Estamos en venta. Libro de caras. Caras en la ventana.

De vuelta a Postales desde Oporto cualquier ensoñación se queda en los ravelos Duero abajo. ¿No son nuestras vidas ríos que desembocan en el mar?

Villarrubia nos hace pisar tierra firme. Nos dice que nos dejemos de tópicos. Nos invita al saber. ¿Es gratuita la cita al hip-hop, Madredeus y el fado? Tampoco es necesario que abarquemos todo. Aunque nos paramos en 100 al contar escalones llegamos a nuestro destino. Basta con subirlos.

Las vistas desde lo alto tienen la majestuosidad de lo excelso. Somos motas de polvo en la inmensidad del Universo. La ciudad se ve abajo. Hay árboles. Los árboles nos sobreviven. Los hay centenarios. Testifican la historia vivos. El viento mece sus copas, o arranca las ramas más frágiles. La vida no es una ruleta. No es un azar. Es un camino que comienza y tiene un fin.

Villarrubia se para en Céfalo y Procros. No es por casualidad. La historia de estos dos personajes tiene un desafortunado, y cruel, final. No es la ira de los dioses quien mata a Procros. La lanza de Céfalo atraviesa en fatal destino a su esposa. El amor es lo que tiene. Da la vida. Da la muerte.

Impresionante es la narración sobre el escultor Antonio Soares dos Reis. Las fotografías atestiguan su obra. Acabó su periplo con dos disparos de bala. Los genios tienen esas cosas: nadie los entiende. El olor a pólvora se percibe. Con sus tonos ahumados, picantes, que incitan a la euforia.

Un alegato racional sacude a nuestro protagonista en el Centro Portugués de Fotografía. Irrumpe contra la manipulación ideológica de las imágenes. ¿Es casual que sea en la antigua prisión donde se separaba a los pudientes de la chusma? ¿La Justicia no tiene como fin igualarnos ante Dios y la Ley? No es la respuesta acertada.

Villarrubia elige uno entre dos modelos de arte de la fotografía. No lo desvelaré para que podáis descubrirlo.

El autor nos cuenta cosas, sucesos, personajes. Nos ilustra con lo que hay detrás. Nos invita a escudriñar, a viajar sin hacer turismo. Es factible tener un guia. Como todo lo contrario. Hay quien se desplaza kilómetros y lo llama viajar. Arturo en un tiempo récord ha resuelto el enigma. Nos invita en cada capítulo a recorrer con la vista y la mente la historia que tiene cada muro, cada iglesia, cada costumbre, cada pueblo. Y observar el futuro.

Creo que es el momento idóneo para parar. Os invito a hacer el viaje con Postales desde Oporto. Quedaréis encantados con este relato. Tiene forma de visita guiada por la ciudad de los puentes sobre el Duero, de artesanos chocolateros, de hombres y mujeres que boxean en el atrio de la Catedral, del puerto que da nombre a un vino, de un dios oportuno con dos caras: una en el pasado, la otra en el futuro. Villarrubia confiesa que siente el peso de la Historia.


Es oportuno este libro, sin duda.




18 mayo 2014

HACE UN AÑO, UN MES Y UN DIA


Hace uno año, un mes y un día que se fue. Murió en brazos de mi hermana Olalla y su recuerdo nos acompañará hasta que nosotros nos vayamos de este Mundo.

Hace unos días mi hermana Olalla me recordó el día exacto en que falleció (últimamente ando olvidadizo). Queda muy lejos el verano del 99 cuando la adopté o ella me adoptó a mí... No puedo escribir más esta introducción, me he puesto triste y solo me apetece llorarle en silencio. Os dejo lo que el 17 de abril de 2013, el día de su muerte, escribí a modo de obituario:



Adiós "Preciosa"

En el verano de 1999, de madrugada, nos la encontramos o mejor dicho, se nos acercó a unos colegas que estábamos divagando en la puerta del pub "Copas" en Mislata. Alguien entró corriendo y salió con un plato con leche y ella se puso a devorar aquello a lengüetazos (de todos es sabido que los canes beben así).

A regañadientes un amigo cargó con ella y conmigo en su coche, me la llevé a casa y la "adopté" aunque tal vez ella fue la que eligió la compañía.

Estuvo conmigo conviviendo durante dos años aproximadamente hasta que vine a Madrid, ella se quedó con mis padres unos meses hasta que mi hermana Olalla la llevó consigo y la instaló en su casa; un chalet adosado con tierra firme, un naranjo, un limonero, un granado y un olivo.

Al poco de estar conmigo una veterinaria le calculó que tenía entre tres o cuatro años, que había parido y que le habían quitado su camada (las señales de aquella violencia eran unos pezones mordidos recientemente y unas pesadillas que le conté que tenía cuando dormía por la noche; ella lloraba y gemía, y a mi se me helaba la sangre y el corazón cuando la oía entre las penumbras).

Enseguida se recuperó y, cuando más bonita estaba, se fue con mi hermana; es cuando más brillaba su pelo y cuando correteaba con alguna pelota en su boca buscándonos para que se la tiráramos y salir corriendo en pos de aquella.

Hace ya diez y años y unos meses que me separé de ella, la veía cada vez que iba a Valencia y me venía tranquilo porque estaba bien cuidada y en compañía. Mis padres todos los sábados le llevaban alguna cosa (arroz sobrante de alguna paella o cualquier manjar que ella esperaba religiosamente, y es que como todos sabéis los canes son animales de costumbres).

Ha visto nacer a mis sobrinos, los ha visto crecer y nunca perdió la mirada inteligente; una mirada que parecía que te sondeaba. Mientras escribo ésto me van viniendo imágenes, recuerdos, momentos y también la memoria de algunas de las personas que la conocieron.

Ya no puedo continuar, ya sabéis que soy dado a enrollarme y a reiterar lo muchas veces dicho. Hoy se ha ido muy querida entre los brazos de mi hermana Olalla quien le ha hecho el mayor homenaje. Siempre estará en mi memoria.

17 mayo 2014

Let the Right One In (Låt den rätte komma in)



Esta película sueca es una de las mejores en su género. En ella se conjuga lo inquietante del argumento con lo estético como soporte coherente de aquel (lo visual en el Cine es primordial, básico, es el esqueleto), y donde los diálogos son realmente jugosos rozando el lirismo en ocasiones. Los personajes están excelentemente caracterizados y la interpretación de los jóvenes protagonistas es muy, muy buena. (Ella, Lina Leandersson en el papel de Eli roza la excelencia por momentos; él, Kåre Hedebrant en el papel de Oskar confiere realismo a su personaje).

Este film está basado en una novela que tuvo un gran éxito y se aleja, como aquella, del vampirismo adolescente y naif de la saga Crepúsculo, referencia ésta obligada en las historias de los hijos de la noche mal que nos pese. (De la saga del triunvirato emocional entre una humana, un vampiro y hombre lobo, pocas cosas en lo cinematográfico pueden ser salvadas. En otra ocasión hablaré de esa trilogía que tuvo un éxito fuera y dentro de la pantalla nada despreciable).

Una de las virtudes (y tiene muchas) de la película sueca Let the Right One In (Låt den rätte komma in), es la excelente, a mi modo de ver, fotografía donde ningún plano sobra, entretejiendo lo claro-oscuro y el color de una manera admirable y regalándonos unos efectos especiales muy notables. La luz, y la falta de la misma, tiene sentido en cada plano, en cada secuencia, en cada momento; nada se deja al azar ni es gratuito. Hay primeros planos que son sencillamente de muy buen gusto (la imagen del Monte de Venus de la protagonista, que se detiene magistralmente como de repente, sin dar ocasión a «voyeurs» ocasionales a recrearse en su observante afición, encierra un significado que no quiero desvelar, además, denota cierta delicadeza).

Cada detalle técnico encierra interés, maestría y una implicación en la realización de un trabajo, donde se nota que el director logra cerrar un circulo desde una propuesta clásica: hay un planteamiento, un nudo y un desenlace. La banda sonora es increíble.

Cuando hablé en el anterior post sobre «Bizantium» adelanté lo que ambas películas tenían en común, sobresaliendo ciertamente la película sueca en la descripción de la eternidad como fatalidad. Y es ese destino cruel lo que queda al desnudo sin que quepa ninguna otra consideración. La maldición de la protagonista no estriba en el hecho de ser un vampiro, es el efecto de esa naturaleza sobrehumana la que delimita un destino cruel. Pero no nos engañemos, el destino fatal lo es, aun más, para su sirviente quien se sacrificará de por vida viendo pasar los años en su cuerpo mientras en ella, el motivo cruel y fascinante de sus desvelos, el tiempo se detendrá. La actitud romántica de los jóvenes que lo dejan todo por su «eterna» ¿amante?, propia de la adolescencia, se nos muestra como lo que es: la negación del yo.  

Aquí no hay amores reencarnados (recordemos "Drácula, de Bram Stoker"); hay amor encarnado en dos personajes que aparentemente no tienen nada en común pero que durante el transcurso de la historia, y al final, convergen en ese personaje, el fiel sirviente, que nada tiene de secundario. En esta cinta se nos muestra con toda crudeza como se las tiene que ingeniar el metódico lacayo para alimentar a ese monstruo con forma de niña.

La relación entre el joven humano y la aparentemente joven (pero con muchas décadas de existencia a sus espaldas) se nos ofrece en su comienzo como fascinante, con la inocencia propia de quienes sin conocerse se sienten atraídos de forma irremediable; las escenas del cortejo, de las primeras citas son realmente encantadoras, incluso evocadoramente familiares.

Hay mucho más en la película; el llamado "buylling" que padece nuestro joven protagonista es veraz, no se deja nada en el tintero. Tal vez cierto estereotipo en el matón de turno nos resulte muy evidente, hasta tópico.

No quiero desvelar más detalles pero no puedo evitar dejar de mencionar la delicadeza de los pies descalzos de nuestra protagonista y el arte de la seducción de la eterna fémina.

Es una película que no permite interrupciones, distracciones o huidas en forma de sopor hecho ligera siesta o cabezada ocasional (miserere mei). La única pega que le veo es el «remake» que hicieron los norteamericanos, «Let me in», que no hace honor a la original a pesar de una Chlöe Grace Moretz en estado de gracia.


13 mayo 2014

BIZANTIUM

Un par de veces tracé unas líneas sobre esta película, pero no ha sido hasta que he visto "Cuento de Invierno", con lágrimas aún en los ojos, que me he decidido a escribir sobre una película original y que habla, entre otras cosas, de la fatalidad de la inmortalidad. Me refiero a "Bizantium" protagonizada por Gemma Arteton y Saoirse Ronan.

Ya se estrenó hace unos meses en España esta película que versa sobre uno de los temas más recurrentes del séptimo arte, el del vampirismo. Es una historia diferente de vampiros bien planteada, con un desarrollo que mantiene el interés y la tensión. No deja indiferente la excelente puesta en escena de cierto ambiente que llega a ser asfixiante pero tierno al mismo tiempo.

La diferencia de otras cintas está en que son las protagonistas dos mujeres vampiro, madre e hija, aunque no lo aparenten. La más joven, Sarnoise Ronan, se mantiene ajena por voluntad de su madre, Gemma Artenton, de lo sórdido de los trabajos que de noche ésta hace para mantener a su vástaga al mismo tiempo que la defiende de los vampiros, llamémosles patriarcales, que consideran una abominación a ambas mujeres. El rol protector maternal no se nos ofrece como un mero instinto animal sino que tiene la excelencia de ser una actitud moral. El personaje que interpreta la Artenton asume sin dudas ni vacilaciones un compromiso
indestructible hacia su hija. ¿No hay mayor prueba de amor y de moralidad en los propios sacrificios, siendo el mayor de ellos el de, no solo matar a otros por proteger a un amor incomparable, sino estar dispuesta a dar la propia vida por el fruto de sus entrañas?

La Ronan escribe su diario con toda clase de detalles, que luego tira al viento para que aquel se lleve esos trozos de existencia, en forma de hojas manuscritas de su historia, al azar con el objeto que se sepa quienes son. ¿No es otra forma de inmortalidad persistir en forma de diario escrito? ¿No resulta evidente que, a pesar de que le parezca liberador a nuestra joven protagonista el hecho de que otros conozcan sobre su maldita existencia, tal vez así pretenda acelerar poner fin a lo que puede convertirse en eterno si alguien no acaba con ese suceder de días donde el tiempo se para para uno mismo? El mito (hecho realidad) de la eterna juventud es más una carga que un motivo de alegría para nuestra heroína.

Lo mágico no podía faltar en la propuesta un tanto poética del director, Neil Jordan (quien ha dirigido entre otras "Entrevista con el Vampiro" y la, para mi, excelente "Ondine"); así la fuente de que estos seres abandonen su naturaleza humana se encuentra en una cueva en lo alto de un acantilado cuyas aguas se tiñen de rojo cuando se produce el feliz desenlace para quienes la muerte, en forma generalmente de enfermedad, les acecha y acuden allí a vender su alma al diablo o al mismísimo Dios creador para obtener la ansiada vida, la vida eterna.

Lo poético está en el título y que en la película es un hotel abandonado llamado "Bizantium". Dicho hotel se convierte en un refugio, lo que muy bien los ingleses definen con la palabra "sanctuary".

Bizancio, luego Constantinopla, antes "Nueva Roma" y actualmente Estambul fue durante un milenio un freno al expansionismo musulmán hacia Europa, un refugio helénico donde sus propios habitantes aun se llamaban a si mismos romanos.

Lo original de la propuesta es que ese mundo de tinieblas y de eterno deambular por la Historia está solo restringido a los varones, de ahí que las protagonistas sean perseguidas para ser exterminadas por una sociedad secreta de vampiros. La mujer vampiro es una abominación a modo de muchas sociedades que en nuestra actualidad tratan al género femenino como meros recipientes seminales, animales de carga, objetos de cambio, mutilación y degradación, equiparando a la mujer a un mero animal como pueda serlo un perro y una vaca. (Ay dañina multiculturalidad).

Con una cuidada fotografía donde se entrelazan imágenes y escenarios urbanos muy reconocibles, la cinta nos presenta una historia diferente sobre los otrora hijos de la noche. Las interpretaciones del dúo protagonista son más que excelentes, Gemma Arteton y Saoirse Ronan. El argumento es original y el tratamiento de los personajes es creíble. Para mi está a la altura, o casi, de la película sueca Let the Right One In (Låt den rätte komma in), verdadera joya que hay que ver para entender el destino cruel que tiene la inmortalidad. Quien quiera y pueda que las vea. A mi me gustaron mucho, la una y la otra.


10 mayo 2014

Y LO QUE NOS QUEDA



Como decía Bertrand Rusell: «Hablando en general, recibe cariño el que lo da. Pero es inútil intentar darlo de manera calculada, como quien presta dinero con intereses, porque un afecto calculado no es auténtico, y el receptor no lo siente como tal».

Lo que se ve y no se ve

Es estos tiempos de afirmaciones gratuitas, verdades que no lo son, certezas sacadas de frases de tipos como Coelho o cualquier sinvergüenza inmoral, de búsquedas extrañas y compañías absurdas y perniciosas, por ejemplo, afrontar quienes somos, de donde venimos y a donde vamos ha quedado en un segundo plano; preferimos la inmediatez y, con ello, las decisiones meditadas son sustituidas por el contento de las meras apetencias, por la pronta satisfacción de lo inmediato.

Hay quien no se marca un camino en el que planificar, persistir, continuar, corregir el rumbo si se tercia. Se ha asociado el conflicto al fracaso y el fracaso con la anulación del sujeto, de uno mismo. Triunfar ha quedado para algunos relegado a tener un 4G, ascender laboralmente a costa de los demás, rematar un ligoteo, viajar (aunque sea encerrándonos en una habitación de Hotel), estar alienados en actitud casi autista en cualquier antro, disco, After Hour, Rave o macro-concierto al uso, a acumular amistades, seguidores, adeptos, etc., en la asociación de vecinos, el sindicato, la agrupación política local, la iglesia, en el mundo matrix (Instagram, Whatsapp, Facebook, Line, Telegram, Twitter, etc...), en vestir a la moda (aunque solo nos podamos permitir adquirir un complemento), leer el mismo libro insulso que lee todo el mundo, estar en el topten del juego de moda o en ser portada de lo que sea.

Seguro que hay otras formas en las que sentirse feliz en este estado de despropósitos donde las palabras pierden su significado y donde los hechos responden, salvo excepciones, a respuestas de pulsiones, estímulos y sensaciones que solapan muchas veces realidades más duras que duele asumir y trabajarlas; así hemos sustituido a Freud por Swami Gurú Devanand, o dicho más claramente, a la psicología por el yoga y al diván del psiquiatra por los paseos autistas con el primer bellaco o baboso que hace como que nos escucha (corriendo el peligro que luego le paguemos la cena, las copas y los vicios).

Siempre son los mismos los que están a merced de vampiros emocionales, de maltratadores, gigolós del tres al cuarto, sinvergüenzas y encantandores de serpientes. Los niños, los enfermos, las personas mayores, quienes han tenido una pérdida, los que sufren, las personas desestructuradas, quienes tienen la auto-estima equivocada, los adeptos al «new age», quienes necesitan tener fe en algo, etc., son quienes desgraciadamente sufren los efectos perniciosos de granujas y personajes negativos.

Hemos relegado la inteligencia al lugar que antaño ocupaba la fantasía; somos niños que andan perdidos y se aferran a la primera mano, supuestamente adulta, que nos tienden. Hemos prescindido de las estructuras y en su lugar el Caos reina a sus anchas. Incluso hemos puesto nuestras enfermedades en manos de yoguis, holísticos, terapeutas sin licenciatura ni formación académica o granujas enciende-resinas y sopla-velas. Así nos va.

Lo que nos queda, pues, es nuestra infelicidad que pensamos que se esfumará encendiendo una varita de incienso.

Lo que somos y quienes no somos

Cualquier actitud moral ha quedado relegada por el individualismo. La ética ha sido sustituida por la estética y por el utilitarismo. Utilizamos a los demás y así nos dejamos utilizar; es el juego perverso. Ni siquiera la gente miente para evitar un mal mayor o ahorrar un daño a alguien. Si mentimos es para salir airosos, ganar a costa de otros; hemos llegado a creernos nuestras ensimismadas mentiras.

La literatura y el cine, a veces, nos han advertido en donde estamos y hacia donde vamos; me viene a la memoria el film «Los sustitutos» donde el solipsismo, la negación y la deslealtad eran los efectos de una realidad feliz y aséptica de copias que nos protegían de ser quienes somos.

Si el alma nos duele el yoga no sirve para nada, ni el alcohol, ni el «Candy Crush" ni la soledad acompañada. ¿Lo que nos queda es un ejército de personas sin rumbo, de infelices y de adictos? ¿Todo son sombras, apariencias y engaños finos o burdas mentiras?

 -No. Aún queda gente que vale la pena, por supuesto.

Acabamos con Bertrand Rusell: 

«Hay ciertas cosas que son indispensables para la felicidad de la mayoría de las personas, pero se trata de cosas simples: comida y cobijo, salud, amor, un trabajo satisfactorio y el respeto de los allegados. Para algunas personas también es imprescindible tener hijos.

Cuando faltan estas cosas, solo las personas excepcionales pueden alcanzar la felicidad; pero si se tienen o se pueden obtener mediante un esfuerzo bien dirigido, el que sigue siendo desgraciado es porque padece algún desajuste psicológico que, si es muy grave, puede requerir los servicios de un psiquiatra, pero que en los casos normales puede curárselo el propio paciente, con tal de que aborde la cuestión de la manera correcta.»








08 mayo 2014

JACK AND DIANE






"Gray no está seguro si quiere hacer un romance tintado de fantasía o un festival sangriento hiper-sexualizado (termina por no hacer ninguno de los dos)" 


Mark Olsen: Los Angeles Times


He de confesar que a mí si que me gustó esta película que trata de dos de los temas más socorridos del cine: el amor y la licantropía.

La historia no es nada novedosa: una chica dulce, tímida, que parece que acaba de salir de una casita de muñecas conoce a una chica malota, con pinta de dura, ruda. A partir de ahí cualquier parecido con la realidad puede ser una mera coincidencia o una mera concesión a los sentidos. 

La película sigue, a mi modo de ver, la estela de otras películas que han descrito el despertar sexual con resultados dispares (recordemos, al azar, «El lago azul», «El último tango en París»  o «Belle Epoque»). La originalidad de la película estriba en que el foco de esta aparente sencilla historia de amor entre dos jóvenes tiene una complicación que marcará el destino del romance; una de las protagonistas despierta a la bestia que lleva dentro cuando siente el latido de la sexualidad, del deseo carnal. La opción de la joven no será otro que esconder su secreto y huir, no solo en un sentido metafórico.

Una de las grandezas de la película es la casi nula concesión a lo explícito cuando surge la bestia, dejando en manos del espectador la elección entre el interés por recorrer cada milímetro en cada fotograma cuando la loba se anuncia para, así, tener esa imagen distorsionada que tenemos de nosotros mismos y de los demás o, por contra, dejarnos caer en manos de lo onírico para intentar comprender que es lo que tenemos a la vista y que, con dispar fortuna, procesamos en nuestro interior. Ese querer y no poder, en contra de lo que parezca, tiene consecuencias, y a más de uno le dejará con un amargo sabor de boca si esperaba ver una mujer-lobo al modo en que las películas del género caracteriza a estos míticos seres.

Parecida reflexión podríamos hacer si alguien espera ver a la Schneider (quien no fingió las lágrimas cuando fue sodomizada por Brando y que, a la postre, acabó en un psiquiátrico) y al canalla de Marlon Brandon usando mantequilla como lubricante para satisfacer sus apetitos, su instinto más básico: la dominación sin contemplaciones, sin guiones ni dictados, vejando a una incipiente actriz apasionada.

La historia de ambas jóvenes (Riley Keogh en el papel de Jack y Juno Temple en el papel de Diane), por contra, tiene sus fases bien delimitadas no saliéndose del guión de lo que todos ya sabemos. Es en la simpleza, y en cierto tacto o pudor, donde toda la crudeza y la dureza de una historia que prometía ser anodina encuentra un clímax de una carga emocional tal que golpea cada uno de los resortes de una relación que empieza y no se sabe cuando ni como va a acabar. El descubrimiento del alter ego, de Hyde, del animal que lleva dentro una de las novias con todas las consecuencias fruto de sus actos irracionales, animales, es lo que proporciona, también, dramatismo a la cinta. La caracterización de las dos amantes es sencillamente impecable, otorgando un punto de realismo notable a unos personajes que nos resultan cercanos y compresibles. 

Quienes piensen que esta cinta versa sobre el amor ingenuo, llorón y adolescente van errados. Tampoco se nos describe las corredurías de unas jovenzuelas en edad de merecer a lo "belle epoque"

La madurez de la propuesta del film se entiende al final cuando todo lo que acaece desde el planteamiento se anuda de tal manera que lo sensato, lo racional, se sobrepone a la oscuridad que los sentimientos, a veces, tienen para nosotros mismos y los demás. 

Aunque el lobo es fiero... el ser humano lo es más.