(Poema inspirado en Pies en el Barro de Juan
Cabezuelo)
Polvo somos, polvo buscado,
y en polvo nos convertimos,
en polvo descubierto antes de nacer,
y barro obtenido en cualquier portal
y polvo enamorado en cualquier recodo,
en cualquier barra, en cualquier cita.
Somos cenizas sobre cenizas como el Mayor Tom
de vuelta de la ciénaga
de la heroína alucinando en su propio fango,
y nos moldeamos en arcilla para acabar
siendo comida para gusanos o reliquia en el nicho.
Polvazo, polvareda, polvito de talco que perfuma
las heces que dejamos tirando la cadena
expiando la culpa en el último trago que se atraganta.
Somos barro que se reencarna en polvo
de estrellas en el arrobamiento perpetuo.
Estamos enajenados de barro, de la cabeza a los
pies,
provocando cataclismos, poniendo nuestro retrato
bocabajo quemados en el dulce vino del
ensimismamiento
tirando cubos de heces desde nuestra torre de
marfil
a los viandantes siendo Segismundos creando
estercoleros
de karma que embadurna las calles cerrando el
círculo.
Somos Onán llenos de légamo eyaculando los gritos
y tragándonos la ciénaga
de los silencios más turbados y sin flema.
Nos agrada complacernos pisando charcos,
pisando pies, dejando huellas de deyección
y mascando el tabaco de las buenas acciones.
Somos peores que los canes,
ellos dejan sus meadas y se marchan,
nosotros plantamos rosales en nuestras hediondas heces
sacudiendo el barro de nuestros pies.