12 julio 2015

EL BARRO EN LOS PIES





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(Poema inspirado en Pies en el Barro de Juan Cabezuelo)




Polvo somos, polvo buscado,
y en polvo nos convertimos,
en polvo descubierto antes de nacer,
y barro obtenido en cualquier portal
y polvo enamorado en cualquier recodo,
en cualquier barra, en cualquier cita.


Somos cenizas sobre cenizas como el Mayor Tom
de vuelta de la ciénaga
de la heroína alucinando en su propio fango,
y nos moldeamos en arcilla para acabar
siendo comida para gusanos o reliquia en el nicho.


Polvazo, polvareda, polvito de talco que perfuma
las heces que dejamos tirando la cadena
expiando la culpa en el último trago que se atraganta.


Somos barro que se reencarna en polvo
de estrellas en el arrobamiento perpetuo.


Estamos enajenados de barro, de la cabeza a los pies,
provocando cataclismos, poniendo nuestro retrato
bocabajo quemados en el dulce vino del ensimismamiento
tirando cubos de heces desde nuestra torre de marfil
a los viandantes siendo Segismundos creando estercoleros
de karma que embadurna las calles cerrando el círculo.


Somos Onán llenos de légamo eyaculando los gritos
y tragándonos la ciénaga
de los silencios más turbados y sin flema.


Nos agrada complacernos pisando charcos,
pisando pies, dejando huellas de deyección
y mascando el tabaco de las buenas acciones.


Somos peores que los canes,
ellos dejan sus meadas y se marchan,
nosotros plantamos rosales en nuestras hediondas heces
sacudiendo el barro de nuestros pies.




COMO UNA ETERNA NOCHE


photo credit: Inalcanzable via photopin (license)





Nací zurdo, con la izquierda como referente

en este mundo donde el color da paso al blanco y negro.

Y zurda es mi mente, semillero de ideas y vivencias

como el cielo gris juntando el día y la noche.



Y mi mano es siniestra como la puerta

que abre la mente para caer en el foso

con escaleras donde los asideros desaparecen con un chasquido

de los dedos, ambos izquierdos, repitiendo

un soniquete, chas, chas.



Y no veo a nadie, solo las antenas difuminadas

en millones de ondas invisibles.



Negra es mi mano como la noche, tan siniestra,

donde se intuyen los bordes de este mundo

que acaba o comienza en un finisterre

a la orilla del negro mar donde yacen quemados

los buques que nunca soltaron las blancas amarras.



Nadie, solo mi mano, izó en el bruno mástil

la bandera pirata negra sin calavera,

sin la osamenta haciendo cruces.



Si cruzo la puerta mi mano seguirá negra

como una eterna noche.