03 agosto 2014

TU TRISTEZA GRIS




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Si las sonrisas perduraran
el tiempo arrancaría
las manijas de los relojes,
el amanecer estaría estático
meciendo las horas en un impasse.

Los cielos abrirían
los perfumados
frascos de tu esencia,
esa que se esconde
herida en la guarida
a salvo de la decepción,
del nudo que ata
el pasado que disculpas
con el jardín que, día a día,
cuidas con el esmero
de tus manos fuertes
y las caricias de las miradas atentas,
del paraíso que como un oasis
resiste el lento caminar
de dunas de arena.

Si las nubes se pararan
serían como los guardianes
del templo en el que rezas
a ese dios piadoso,
invisible, que siembra
entre estiércol vergeles
de piedad. La que nunca
te has concedido.

Si quisieras, un millón de estrellas
velarían tu descanso, como ángeles
que guardan pacientes tu despertar,
y todos los colores de la vida
desnudarían las tormentas
que han hecho esclava tu alma
en ese túnel sin salida,
que como un vórtice te arrastra,
día a día, a la tristeza gris
que pintas con medias sonrisas,
con muecas,
con los silencios
que pesan sobre los hombros
de tu conciencia.