EPIFANÍA
Pisaron la cebra
las suelas
volando
hacia
el descenso.
Inmóvil
se escapaba
el aliento
que las manos
del alfarero
desecharon
sin dar
forma
al firmamento.
LA RENDICIÓN
Diezman
las batallas
que no se ganan
a vencidos
y vencedores,
con saña,
con sal,
con sudor
que hiela.
Anuncian
las trompetas
de la paz
la eterna
morada.
Llueven
plegarias
sin sed
de Dios,
sin nombre,
sin espada
victoriosa,
con el yugo
del vencido.
MI ALMA ENFERMA
En la caja vacía
meto cada esputo
que saliva
mi alma enferma,
mi enfermedad
no sabe ya
pronunciar
tu nombre.
Así, los niños
que me miran
ven en mis ojos
un dolor propio
y ajeno.
Le diré
a mi médico
que me recete
poemas de amor
sin amantes,
sin versos,
sin más meta
que la muerte del poeta.
Por más que lo intente
no puedo prescindir
de la caja vacía.
Las muñecas
sin ojos
han ocupado
el dormitorio;
cogeré
un pañuelo
y me limpiaré
las comisuras
de los labios.