Se mueve agitada la mar
muriéndose, en la orilla,
nívea su espuma.
Recula el piélago en la arena
y se vuelve a agitar rompiendo
en el malecón hervores con sus olas.
Mira la agitada palmera el norte
aventada por Noto
y se afirma su áspero
tronco a la greda en sus raíces.
Vuela la gavina buscando el refugio del Faro
que en la larga queda fija el rumbo
al navegante, en su bajel, a buen puerto.
Algodones grises
bajan a cargar en sus brazos
las lágrimas que besan en salitre las rocas
donde se aferran los moluscos y las algas.
Y cae el primer aguacero de la mañana,
emparejando el líquido elemento la tierra
con el Cielo.
Y en mis ojos se difumina el horizonte
mientras la pluvia roza la árida arena.
Hay un adiós que fija en la memoria mi mirada.