Hay
detrás
del tragaluz
un
mundo
que se escapa
cada día, ¡ay!,
con su candela
y
cada noche
con su umbría.
Hay
detrás de tu mirada,
un
frontispicio que emana
amargura, esa
piedra
sin tallar en bruto
que
solo respira
lágrimas horadadas.
Muestran tus manos
al
mundo que te circunda
un
pliego de tinta
mojada con
letras
borradas, llenando
un deseo huero
de candiles sin
llama.
Llamas en la noche,
envuelta entre abandonadas
sábanas al
ángel,
que te aguarda lejos,
llenas
en la negra
confusión
un
grito seco,
casi mudo,
que
se esconde
con amargura
detrás
de la sonrisa
que
dibujas
como un mueca.
Rompes
los cristales
de
cada ventana
que
tras un vidrio adverso
ciega
cada juventud,
esa
que ansías,
tragando el tósigo
al
que atónita
te
has sentenciado
por
no saber
subir a
lo alto
de ese cielo
que
se difumina
en
borrones grises.