09 mayo 2015

DEL BARRO DE MIS COSTILLAS




Cambiaste aquella visita
al Panteón decidida
a buscar entre las flores
rozagantes, perfumadas,
amarillas como el Sol,
y los cuadros del recuerdo
pegados en frías losas
por los siglos de los siglos.

Cambiaste buscar ancestros
entre rejas de la tierra,
o entre cemento del nicho,
sin claveles ni menciones,
con vacíos panegíricos,
rodeando largos cipreses
soterrados ataúdes
por los siglos de los siglos.

Cambiaste mi fiel deseo
de seguirte, de encontrarte
adivinando efigies,
acompañando en silencio
entre inmaculados mármoles
tu silueta, tu sed
de saber, mar agitada,
atolones de amargura
que emponzoña melodías.

Cambiaste eso por el ágape
en silencios, por la última
cena sin doce discípulos,
ni ángel, ni Miguel Ángel
que pintara las Sibilas
o el lienzo de tus entrañas.

Cambiaste eso por la amelga
donde esparcidas simientes
germinaron, del estiércol,
en un ángel nacarado
presto de tus atenciones
en un turbio pentagrama.

Cambiaste la pura unción,
y con óleo de mis dedos
te acaricio poesías
escapando de mi alma
hacia añiles, hueros cielos,
versando como un canalla
desde mis adentros. Honda
gruta disolviendo ecos.

Cambiaste el libro de rojo
hilo, mientras la muda Eva
invocaba en la mirada
rayos, truenos y la lluvia,
silencios de costillar
pintando el canto del mar
con rayitas de desprecio,
ahogando en la pleamar lises
en gotitas de veneno.

Cambiaste buscar a Adán
por espinas del rosal.

Del barro de mis costillas
brotan rosas, y no espinas.