30 mayo 2014

CALIFORNIA SOLO




Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: "Bebed de ella todos; porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que será derramada para remisión de los pecados".

Mateo 26:27-28
The only one I see
Is mine when she walks on the street
The only one I see
Has carved her way unto me

Everyone has been burned before
Everybody knows the pain
Everyone has been burned before
And everybody knows the pain

The Charlatans-The only one I see 
  
Erase una vez un viejo rockero escocés, Lachlan MacAldonich, que vivía en Estados Unidos, que vendía productos de una granja en un mercadillo, que tenía una hija con una ciudadana norteamericana a la que apenas conocía, que ponía música de discos de vinilo en su emisora de radio casera, que fue miembro de un grupo rock de cierto éxito, que se enamora de una de sus clientes (a la que dobla, o más, en edad) y que, por una infracción administrativa en forma de multa, podía dar con sus huesos deportado en su Escocia natal, en la Pérfida Albión, o sea, en la Gran Bretaña (Rule, Britannia!, Britannia rule the waves...). 

Este personaje solo podía ser interpretado por un scottish con pinta de guitarrista de los Deep Purple: el grandioso Robert Carlyle. A este actor se le recuerda por Trainspotting (1996), The Full Monty (1997) o la mas reciente Once Upon a Time (serie que en España se emite como Erase Una Vez) en la que interpreta al oscuro Rumpelstiltskin. 

Robert Carlyle es como los vinos añejos: con aroma, cuerpo y de largo final que, por si solos, sostienen un menú o una velada con velas a la luz de la luna. En California Solo despliega cada uno de los muchos registros que el personaje, el guión y la historia precisan. Actúa con tal desparpajo que da ganas de abrazarlo. El sólo en California sostiene un argumento que tiene mucha más mala leche de la que podemos esperar de una película independiente con perfil óptimo de Festival de Sundance (obtuvo un premio en dicho Festival en 2012); a pesar de ser una película algo lenta nos muestra una de las mejores redenciones, a mi modo de ver, del cine.

El personaje tiene un recorrido vital más común de lo que pensemos. Hace realidad aquel titulo de un disco llamado así: The rise and fall...; sí, ante nosotros tenemos a un hombre más que maduro que subió alto y se estrelló, que por caprichos del destino tiene que buscarse la vida en un país que no es el suyo y que ha dejado huecos, vacíos y cuestiones pendientes que ha de ir llenando en ese viaje hacia la redención.

Nos encontramos ante una redención más cercana a Martin Scorsese que a Jesús de Nazaret. Más que sacrificarse por la salvación de sus semejantes, el personaje de Lachlan MacAldonich sufre el castigo por sus actos pasados y presentes. No faltan ni el alcoholismo ni el abandono de una hija que no ha dejado de querer a su padre a pesar de sus desplantes y de su pose de eterno adolescente.

Es tan real el personaje de Carlyle que, a veces, nos podemos ver en él como en un espejo y sentir esas sensaciones y emociones por las que pasa nuestro protagonista: el feliz optimismo desde el que mira con esa mixtura de admiración, deseo y promesa-de-amor-eterno al personaje interpretado por Alexia Rasmussen, hasta la frustración que produce la cruda realidad cuando ésta tritura el deseo y el optimismo convirtiéndolos en humo (decía una canción llamada "Humo" de Gabinete Caligari: "somos humo, mi amor, que como viene se va..."); la secuencia del pub es tan verídica que a mí se me puso la cara roja y hasta me avergoncé. Tal cual. ¡Cuantas veces me he visto en ese brete!

El reparto cumple a la perfección el rol que el guión dispuso para ellos. La lentitud de la cinta nos permite entender, sin embargo, los procesos que se suceden en esta dramática historia. Todo tiene un sentido. Todo tiene una lógica veraz y nada engañosa. Así, el personaje femenino protagonizado con cierta solidez por la Rasmussen - Beau-, sabe mantener la tensión justa y el equilibrio. Hay momentos estupendos en el que la sola sonrisa de Beau evoca momentos en el que nuestra alma no necesita más que esa expresión que, a veces, abre puertas y corazones que parecían cerradas y duros.

Es una película muy buena. Es un drama que toca la fibra. Habrá, sin duda, quien le resulte una película indie más. Valga comentar que el guionista y director Marshall Lewy escribió el personaje que protagoniza Robert Carlyle pensando exclusivamente en él, sin conocerlo.