A la sombra del totumo, de la güira,
nos bañamos sedientos con las sales de Higuera.
Se muestran a lo lejos empalados los nopales
abrazando al mediodía con sus púas.
Las pepas de los chumbos arrojamos a la tierra
y se almacenan por hormigas
que corren ordenadas
con apéndices sensorios afilados.
La llamada se siente de la lluvia
con el gris que se huele en el ambiente,
con los pájaros surcando sus descaros
en su vuelo tentando a la mollina.
Lagrimea el crepúsculo humedades
de la niebla que se escampa incontrolada
y al abrigo del risco
juntamos las frialdades chocándose los dientes.
A lo onírico del sueño nos deslizan las tinieblas,
nos arrastran (en el sueño de la vida que ha candado a los luceros),
en un viaje que parece perpetuarse,
en un viaje que se olvida al despertar.