a sus brazos yo me arrojo
para quitarme el enojo
que me está sobreviniendo.
Sin descanso me consumo
con un fuego que no para,
sin el sueño que repara
en insomnio me embalumo.
Sin el ritmo circadiano
que permita mi descanso
regalándome el remanso
que me quite lo malsano.
A Morfeo yo le ruego
que conceda su favor,
que se erija en sanador
del desvelo en que navego.
Me consumo lentamente
como leña que se quema,
como el verso del poema
que se acaba de repente.