Eco soy y tú Narciso
condenado ante el espejo
fiel reflejo de ti mismo
enamorado en agua cristalina.
Poeta yo condenada
a repetir cada palabra
que no es mía,
a sufrir el cruel desprecio
que en mi alma se reflecta
mientras canta la mañana
la crueldad de mi destino.
Tu arrogancia silenciosa
de espaldas me enseñas
con el velo de la afasia.
¿Qué impiedad me regalas
con tan vano engreimiento?
Miras tu reflejo enamorado
ensimismado de ti mismo.
Mis palabras no son mías
y de otros se repiten.
Tú no escuchas,
complacido solo miras
el fiel destello de tu rostro
que se asoma como una alma
que se encara ante su cuerpo
y lo mira abstraída en silencio.
Tu desprecio es acíbar, es pitera
que pincha tan hincado el cruel mutismo,
mi verbo desbocado es la zabila
que versa sin prudencia mi deseo.
Ámame Narciso
y que mi eco
sea tuyo y mío
germinando en nosotros la simiente
del amor correspondido.