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24 septiembre 2024

El derribo






Volvía el gélido aire y me alentaba mejor.
Debajo se mostraba triste un solar 
de bingo viejo derruido por las máquinas 
con su tris, tras.

A enorme foso de tierra, piedra y losa, posaban 
curiosas sus miradas quienes sin luto, 
inertes subían a lomos del progreso, 
excavando en su propio pasado.

Heredad de infame ruido, de regurgitados nidos,
mientras miraban las palomas sin entender nada, 
solo miraban.

Miraban como destruían lo viejo, construían lo nuevo.
Otro edificio.

Palas mecánicas, hombres de Sol a Sol
borraban cimientos y sus muros.

Quedaba un hongo extenso bajo el Cielo 
donde las esporas de hierro y cemento 
levantarían otro techo. Mientras duró el silencio
contemplé como un sordo sigiloso 
lo desgajado, tocando con mis dedos
en el aire los sonidos
de la arbolada apretada que estaban descepando.

¡Oh Dios mío!

¡Seguir oyendo quiero el arrullo de sus hojas!

¡Seguir mirando quiero el sepulcro de los muertos!

Es un lago seco, sus entrañas devoradas
para plantar a hoya cepellones sin almáciga
de nuevas raíces.

¡No se lleven la arboleda!

¡No arranquen las páginas del libro!


                
                Agosto 2014-Septiembre 2024






La pasarela del Metro

elpais.com



Un eterno salón con cuadros viejos 
y apilado tan enorme mobiliario:
copas, vasos, botellas de alcohol, 
paquetes de tabaco, alcanfor aromático, 
libros, los tomos de la Enciclopedia,
el listín telefónico de otrora,
recuerdo de un presente que se fue.
Es el vagón un lugar tan extraño.

Está la antena puesta a diario,
entran y salen vidas transeúntes,
en el vagón 
hay ocupados asientos,
garabatos que hicieron los niños.

Algunos bailan,
otros leen. 
Un fulano escrutando está el presente,
el futuro y el pasado. 
Alguien mira
dibujando despacio un boceto 
en la retina.
Los apegados al móvil están
viendo videos de gatos,
sonriendo emoticonos 
o a esa piadosa mentira 
de la noche del sábado. 

Tanto se quieren ellos.

Hay maletas 
que aun están viajando,
llegarán al ansiado destino 
entrando y saliendo con prisas 
o muy, muy despacio.

Ella toma la mano de su novio, 
él incrédulo
se repite estar soñando. 
Ella muy convencida 
con dulce empeño está poniendo 
en novel asador la rica chicha;
por contra
él se merece tomar un caldo,
    calentitas
        sopas de ajo.

Estamos a una pantalla encarados,
a estresados celulares
sin polvos de talco.
Los niños 
están jugando, de la clase son 
los más listos. 

En Pavones el metro
ha parado. Está sonando
<<Lucy in the Sky with diamonds.>>

Es halo, rayo fulgente, 
un viajante los pasos dando largos,
los novios ríen viendo el noticiario
(somos almas, polvo somos, eso sí,
muy bien informados).

Llegamos a Valdebernardo.

Una sonrisa se comba en los labios
de pálida muerte vestida,
un Sol en su cabello se dibuja
tocada de luto a la rubia vikinga.
Ella con brioso garbo en el pasillo  
marcando firme el paso 
contenta y ufana desfilando posa
llenando su figura el corto espacio.

Este comedor tan espacioso
es pasarela donde se junta 
lo agrio y lo meloso.

Ahora el maquinista le está pisando.




La fe perdida

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