Foto de eberhardgrossen Freepik
La pinocha se extiende en el pinar
esvarándose las suelas y los pasos
entre pinos que erguidos nos observan
en resina que asimos caminando.
Sus pupilas verdean y nos miran,
en sus troncos se pegan nuestras manos
y cogemos los piñones que han caído
en un leñoso trabazón acorazados.
El niño añora aromas del pinar,
reflexivo rememora lo lejano
disfrazado de adulto con sus canas.
Los recuerdos con el tiempo germinaron
y la noche sigilosa se aproxima.
Disimula con la luna los quebrantos.