Anduve sin los pasos, deshice mil caminos,
banderas yo blandí sin la fuerza de los hados,
mis soles enojados
la atalaya candaron que velaba mis sinos.
Las dudas devinieron certezas que esfumaron
abrazos de un plumazo, socavaron la esperanza
con cruel balanza que pone en larga lanza
los gritos que clamaron.
Ecos acedos rompieron montañas, secaron lagos,
quemaron las forestas.
Mares secas sin peces, sin agua, sin sal, expuestas
a la sed que envenena, deshicieron los piélagos,
regurgitaron cementerios, desiertos de piedra y arena.
En las simas de la tierra escupen los volcanes
lava, rocas y fuego. Salen del infierno canes
hambrientos de condena.
© Joan Francesc Vivancos Gallego