Topetan los espejos contra el suelo
se quiebran en esquirlas de cristales
con el estruendo de los vendavales
hiriendo sus fragmentos a pospelo.
Caía de mi rostro el negro velo
y yo perdía todos los modales
con púrpura que brota en mis costales
mi faz esclarecía el agrio ocelo.
Punzaban mis vocales aguijones
un río desbordaba consonantes
dejándome llevar por la corriente.
Quedaban los estribos sin aciones
y yo me desnudé de las cargantes
miserias sin fortuna acedamente.