Con tus dedos ajustas en el traste
la nota que se pule suavemente.
La fina cuerda afinas, vas girando
la clavija encontrando aquel sonido
poniendo a punto el instrumento bello
en que versar la música que evoque
la nostalgia o te done la alegranza
o tan alto volando te traslade
como la perfilada golondrina
o, sin más, te dirija con el eco
del silencio, que rítmico te mece,
con maestría a la consecución
de la pieza que tanto te motiva
envuelta en poesía de la música
divina que se fija en tu mirada,
candando los luceros absorbiendo
en el aire la luz que resplandece.
Con el espíritu de tu guitarra
tú sentada comienza tu concierto,
acunas en tus brazos con el mimo
de una madre notable partitura
parando los relojes los acordes.
Tú sujetas el mástil evocándome
el navío cruzando el ancho océano
sorteando las olas melodiosas
trayectos de armonía, sensaciones
que despiertan, palpando cada cuerda;
la cítara en tu pierna está apoyada.
Aviva cada triada de las notas
en la memoria un recuerdo, el ensueño,
la experiencia pasada, el porvenir
o este presente en marcha en el ahora.
Hoy la música lenta se desliza
con la sinfonía que acompasada
el corazón palpita y que en tus dedos
arpegios con el eco se aceleran
y expresa tu mirada concentrada
en esa partitura que en tu alma se compone.