A tu orilla me está llevando la ola
rizada con su espuma,
con la sábana blanca que enarbola
inocente del fin que no le abruma.
Baja, sube, se rompe, salta en mil
pedazos, se destriza,
por el viento que sopla muy viril
es llevada y aterida se desliza.
A tus pies se deshace en pulcra arena
con ese precio cruel;
la deuda que contrajo su condena
al ponerte de adorno un oropel.
Es el precio que paga la ola triste
que murió regalando
el adorno que versa y no desiste.
Bebe el viento y por ti lo está agitando.
Humildes arrequives son los versos
que visten tu figura
con suave seda, rasos de hilos tersos,
terciopelos te glosan con dulzura.
Sin bondad, sin piedad alguna en ti
me arrojas a la mar
bravía, al fondo del que yo salí
regalándote flores de azahar.
Almizclado jazmín que tú regalas,
perfume amargo el óleo
que consagra la nave que devalas,
sin aromas melados en cedróleo.