Cierto es que no
me gusta
la playa
abarrotada
ni el inculto ministro
que los museos
descoloniza.
Ambos tienen
el metálico sabor
a óxido de hierro,
ambos raspan
igual que la toalla
sin suavizante
del anuncio.
Entre ajenos orines es insano
nadar igual que no es virtud borrar
el pasado erigido un imbécil en dios
y parte.
Nietzsche tuvo razón:
Dios murió a manos
del hombre superhombre
que es un ceporro
tallado y cincelado en vara larga,
en cruel gayata, en un bastón de mando.
Y para muchos se hacen remos
y a vela y remo reman
para que vivan tanto y bien tan pocos.