La hembra de lavandera
confúndese en el verde
con su mirada fija
atenta a lo que viese.
La lavandera blanca
posada de repente
en una rama fina
ella se muestra inerte.
Le gusta el aguazal
a la del blanco vientre
entre hojas perfilada
sobre un tallito endeble.
Volando pendulea
la cola y se divierte
con el menudo insecto;
él es su mejor cliente.
Persigue a los mosquitos
picajosos e hirientes;
abriendo bien su pico
caza a tantos pudiese.
Delgada motacilla
que bueno que pudieses
habitar las ciudades
aun lejos de las mieses.
Quisiera en estos versos
glosar tu porte ténue,
diminuto y elegante,
bonita aguzanieves.