Caminé presuroso, rastreé melodía,
al compás de mis pasos me amparé con el cielo,
ceniciento se pinta. De cinéreo el día
comenzaba su trino de sutil terciopelo.
La afinada andorina despertó mi alegría,
al callar se marchó con su azulenco velo,
trasportada en sus alas mi visión la seguía,
se marchó y me veía prosternado en el suelo.
Clareó y con la noche se escaparon los sueños,
en un lapso evoqué retentiva, velaba,
se elevaba mi espíritu que se alzaba advertido.
Mis oídos quedaron alisados, sedeños,
por la fina andolina que a los cielos trisaba
con cantar afinado que avivó mi sentido.