El
Nilo se desborda en tus ojos
con
mil ateridos gritos de dolor,
su
abrazo se clava en tu pecho
constriñendo del corazón el latir.
La
súplica estéril (clamor sin eco),
un
desgarro arranca de tu garganta.
¿Quién
te libera de este caro precio
que
con fiero tajo tu carne desgaja?
El
miedo envuelto en queja, en bramido,
mientras
acosan tus piernas abiertas
mostrando
al mundo el íntimo jacinto,
que
es deshojado, y tu pureza cercenan.
El
Nilo se tiñe de triste rojo,
tu
rostro rompe el silencio de ocres.
¿Qué
Dios cruel permite al fuego ardoroso
abrasar
tu achura en crueles estoques?
Pequeño amor, amor cercenado,
un
millón de clavos te han mutilado
el
cáliz de tu pasión.
Cáliz que ha sido quebrantado.