Por mis venas ha vuelto a ingresar el bautismo
recorriendo la ruta que perdona el pecado,
que me exime del mal que se instala en mi cuerpo,
que me ata al aguijón de abejón que no fenece.
Fortalecido vuelve cada vez,
me mira de reojo
para tapar los poros de mi piel
por mi pecado original,
por la osadía de vivir enfermo.
Me redime, me absuelve cada mes
ese rayo infinito
que me quema la piel,
que me hace tanto daño,
que paraliza la deformidad
del destino que escrito está en los genes.
Por un sendero deambulo
entre luces y sombras,
haciendo y deshaciendo los caminos
con las flechas de Apolo.