27 julio 2014

TOSIENDO EN EL PAÑUELO





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Enfrentado a la hoja en blanco
con solo una imagen,
la de tu desconfianza
de reojo, seria
como una tuberculosis
que llena de sangre
los pañuelos
alimentando
lo que no debo
ya que en ello
va mi propia salud
como la del tuberculoso
que pasea entre eucaliptos
asiendo fuerte el pañuelo
que tiñe de rojo.

Como un vendaval
que en su furia
abate y rompe ventanas
aparezco como antaño
pensando en tí
y no en mí.

Solo desde el orden
podría vencer
este amor
enfermizo,
el que te tengo
sin tenerte,
el que te doy
sin que tú lo sepas,
el que calibra,
el que manda,
el que echa los anclajes
en el humo,
en los sueños
que no se cumplen.

Me odio
sin amarte,
te amo
sin odiarte.

Veo salir de la tumba
un espectro,
mi otro yo,
mientras espero
delante del cuadro.

Rompo los espejos
para no verme,
levo el ancla
para irme lejos:
no quiero pensarte.

¿Qué he de hacer?

¿Volver a las andadas
e ignorarte
o asir fuerte el pañuelo,
toser hasta que muera
y empapar los días
y las noches
con la sangre de Dios
que sale de mi costado,
de las palmas de mis manos
y correr un tupido velo?

Soy como el idiota
de la película
de Terry Gilliam
que espera una llamada,
soy como ese imbécil
que se disfraza de rojo
para conectar en una playa
imaginaria contigo.

¿No habrá más Sol
que tus Lunas?

¿No habrá un dios
que me arranque la Fe?

Tiño el pañuelo
de rojos de todos
los colores enfermos
esperando que mi hora
llame a la puerta
para cavar
una tumba
y enterrar
mis, en vano,
afectos.

Quiero que me trague
un agujero negro
para escapar
lejos y olvidarme
de mi nombre
y ver el atardecer
que se tiñe de rojos
como el pañuelo
lleno de sangre:
son así los esputos
de lo mucho
que te venero.