con
solo una imagen,
la
de tu desconfianza
de
reojo, seria
como
una tuberculosis
que
llena de sangre
los
pañuelos
alimentando
lo
que no debo
ya
que en ello
va
mi propia salud
como
la del tuberculoso
que
pasea entre eucaliptos
asiendo
fuerte el pañuelo
que
tiñe de rojo.
Como
un vendaval
que
en su furia
abate
y rompe ventanas
aparezco
como antaño
pensando
en tí
y
no en mí.
Solo
desde el orden
podría
vencer
este
amor
enfermizo,
el
que te tengo
sin
tenerte,
el
que te doy
sin
que tú lo sepas,
el
que calibra,
el
que manda,
el
que echa los anclajes
en
el humo,
en
los sueños
que
no se cumplen.
Me
odio
sin
amarte,
te
amo
sin
odiarte.
Veo
salir de la tumba
un
espectro,
mi
otro yo,
mientras
espero
delante
del cuadro.
Rompo
los espejos
para
no verme,
levo
el ancla
para
irme lejos:
no
quiero pensarte.
¿Qué
he de hacer?
¿Volver
a las andadas
e
ignorarte
o
asir fuerte el pañuelo,
toser
hasta que muera
y
empapar los días
y
las noches
con
la sangre de Dios
que
sale de mi costado,
de
las palmas de mis manos
y correr un tupido velo?
Soy
como el idiota
de
la película
de
Terry Gilliam
que
espera una llamada,
soy
como ese imbécil
que
se disfraza de rojo
para
conectar en una playa
imaginaria
contigo.
¿No
habrá más Sol
que
tus Lunas?
¿No
habrá un dios
que
me arranque la Fe?
Tiño
el pañuelo
de
rojos de todos
los
colores enfermos
esperando
que mi hora
llame
a la puerta
para
cavar
una
tumba
y
enterrar
mis,
en vano,
afectos.
Quiero
que me trague
un
agujero negro
para
escapar
lejos
y olvidarme
de
mi nombre
y
ver el atardecer
que
se tiñe de rojos
como
el pañuelo
lleno
de sangre:
son así los esputos
son así los esputos
de
lo mucho
que
te venero.