La gestaron en nieve moldeada en deseo,
con las manos añosas que quisieron crear
la propia descendencia que había Dios negado.
Es ella un don divino, preciada regalía.
La niña va naciendo del frío de la nieve,
el púrpura arrebola la blanca palidez,
de azul se van pintando bellísimos luceros,
brillan sus labios rosos, realzan su lindeza.
La buena joven sale, busca la noche fría.
Sus padres le convocan, le inquieren que entre en casa,
sonríe bienamada, cumplida es obediente,
confía fervorosa de quienes tanto adora.
Percibe la lozana llegar la primavera,
la nieve se derrite por claros manantiales,
las flores ya crecieron, pintadas se engalanan.
Lo blanco se ha mudado en bellísimos colores.
El frío se ha cambiado en cálida impresión
que empieza a descubrir extrañada en si la joven.
Repara que en sus manos rosada le manaba,
le asusta el corazón que regala enamorado
la cálida esplendente preciosa juventud.
Desconoce el amor de los vibrátiles pétalos
que luce la amapola praderas sonrojando.
Que aciago cautiverio del alma sonrosada
que mudó en el rocío que lagriman los prados.
© Joan Francesc Vivancos Gallego