Alauda

21 octubre 2025

La caída de la salamandra


Imagen de Vedran Hasanagic en Pixabay





Disputan su belleza

Piérides y Musas

y acuerdan que sus voces

diriman las disputas.


Las Musas y Piérides 

entonaban sus cantos

al pie del Helicón

bellamente entonados.


El monte satisfecho

comienza a enloquecer

y a los cielos se eleva

mutándose en Vergel.


Acrece la espesura

del inculto boscaje

en bruma de colores

de tupido alifafe.


Temiendo Poseidón

que se inunden los cielos

manda bajar al équido

alado con sus remos.


Pegaso, así se llama,

alea con premura

a atajar el desorden

que tanto da la murga.


Golpea a la montaña

con sólidos herrajes

y el monte dócilmente

se atiene a las señales.


Al Olimpo retorna

del reino de la Musas

volando a cuatro patas

planea las alturas.


El satisfecho alado

mueve bellas sus crines

dorando con su vuelo

etéreos carriles.


De vuelta a sus establos

cubiertos por las nubes

nota que le acompaña

un genio de las lumbres.


Pequeña salamandra,

espíritu del fuego,

escondida cabalga

entre el rayo y el trueno.


El équido se para

llegando a la laguna

de las aguas dulcísimas

de encantada hermosura.


Allí la salamandra

ofrece sus excusas

al alado caballo

que vuelve a las alturas.


En vuelo retomado

un ruido, un estruendo,

se escucha muy cercano

deteniendo su ascenso.


Herido por la flecha

rociado en el púrpura

sublime de la sangre

se alejan de la cúpula.


El tiro está asustado

agarrado de la crin

del équido abatido

de doblada cerviz.


Cayó la salamandra

en floresta de lises

a lomos del alárabe

asiéndose a las clines.












 


  

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