16 julio 2014

CALIMA



Los días traen largos
calurosos atardeceres 
como un horno 
y voy recogiendo mis velas.

No sé si serán las mejores sonrisas
las que apacigüen 
este bochorno o las anchas sombras 
que despliegan
tus delicados hombros.

Si camino 
rozo con los dedos
tu contorno bronceado.

Allí continúas remando en las olas.

Sigo mi deambular 
dejando atrás el barco
en ese puerto 
donde tus negros cabellos
pintan brunos corales.

Hay caballitos de mar 
nadando en tus ojos.

Está tan quieta
esta canícula.

Me levanto audaz dejando huellas
en la orilla que se van, haciéndose
tan corto el tiempo.

Acarician el espacio tus pestañas
y sale de tus pupilas un dulce soplo,
brisa que calma esta levedad.

Chapotean las orillas mis pies
y vuelven al fondo los peces.

Como una imagen se hace eterno
el temporal de mil soles
en un abandono febril.

Y aunque quiera pincelar tus mejillas,
dejando el día en un foso, se van.

Y duermen los párpados añorando el otoño.