24 abril 2016

LA SOMBRA DE DIOS









Surgen copiosas las sombras,

esquivas, eterno séquito,

rasgando su noche expectantes

quieren esconderse del día

en su azabachado velo.


Sombras inquietas,

tan solemnes, sin vida propia, 

solitarias, nómadas,

aceradas, testarudas, 

moviendo su contorno

en las paredes y en el camino

besando fielmente las huellas

del huésped delineando

su mudez en su oscura tez.



Sombras silentes y afónicas,

calladas, disimuladas,

asiendo los cuerpos

siendo almas errantes

esposadas a la vida

igual que la misma muerte.



Sombras que se escapan,

que bailan idas,

que se dividen y redoblan

en su sombría silueta.



¿Somos sombras

reflectadas a la tierra

en nuestra solemne opacidad?



¿Somos la sombra infinita en el Universo

que proyecta la tiritante mano

del umbrío, sordo, 

esclerótico y moribundo Dios?