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Llevas clavado un estigma
que
embellece los espejos
rotos
en forma de sortilegio,
punzante,
que se hinca en
las
laderas que cubre el rímel
corrido en cálidas cándidas lágrimas.
¡Cuántas
alegrías
fingidas!
¡Cuántas
mañanas,
bonitas,
envueltas
con muchas noches!
Planes,
sueños,
que se escapan
en
un saco roto
por
un exceso
de verbo,
desgarrado,
con un disfraz
de
animosidad
fingida
en
el agrio,
y seco,
vómito
que
ha expulsado
las
tensiones
de las distancias
que
se rozan
de puntillas
en un alambre.
Ojos
que buscan
en
las miradas
la
imagen de Dios
disfrazando
lo que es,
el
mayor error de tu vida
errante
en un túnel
que
la muerte
convierte
en la luz
ansiada
en la larga noche,
en
los besos derramados
en
el borde del cáliz
que
bebes y está vacío,
vacío de ese amor
que
es impuro
porque
no es amor,
sino
la sombra
del
pentagrama escrito en
las
palmas
de tus manos
acariciando
el aire.
Hay
orillas
confundidas
entre mares,
hay
arenas que alimentan
ese
hambre
de
amor mal entendido,
hay
espinas
que
no son rosas
y
lo parecen,
hay
versos sentidos
escondidos
tras
una máscara.
Es
la tragedia
que
inunda tu fértil valle,
es
un remolino veloz
que
te absorbe
al
fondo
en ninguna parte.
Mis
pasos van,
andando,
en otra calle...