11 julio 2014

LA MÚSICA DE LOS ÁRBOLES

photo credit: Xabier Zaldua via photopin cc


Abaten sus alas 
mil copas
en melodía
que compone la brisa.
Los motores lejos gritan
distorsiones.

Van girando
las hojas
susurrando
nuestros nombres
al tiempo
que arrullan las palomas
el nuevo día
desayunándose
a la noche.

Pipían hambrientos
los pichones inquietos
y los trinos gorjeos
de los gorriones
amanecen
de sus cuevas
repartiendo 
sus mil perdones.

Susurra la fronda
como saquitos 
sonoros de arena
lisonjeando 
la tenue claridad
repartiendo soplos
de frías mordazas
a mi vacía taza
que asgo con dificultad.

El chasquido del mechero
rompe silentes
polifonías,
el humo llena
la vacuidad.
Es en esta ausencia
donde inhalo
la realidad
de tus afectos
y de tu triste
animosidad.

Van meciendo
las ramas
estos segundos
que pasan.
Me parece
una eternidad.

Mientras escucho
en la arboleda
mil y un cuchicheos
tersos,
el día
que viene
se traga
esta oscuridad
que han roto
los pentagramas
de las gráciles ramas
que despiertan
tristezas
en sombras
desapareciendo
al compás que marcan
los afónicos árboles
con firme fragilidad.

Ya ni el café
hace mella,
ni el tabaco,
ni esta agria 
obscenidad:
del simiente deseo
ha brotado 
el tallo del silencio.

Y así las cetrinas hojas
nanas cantan 
al crepúsculo 
amargo 
de tu triste 
oblicuidad.