Luz de lucernas alumbran el día
y la noche se marcha con su umbría.
Hay
detrás de tu mirada
un
frontispicio que emana amargura
-esa
piedra sin tallar
que
solo respiró horadadas lágrimas-.
Muestran al mundo tus manos
un
pliego de tinta mojada con
letras borradas
(huero deseo tan lleno en candiles sin
llama).
En la noche te abandonas esperando
en tus sábanas al
ángel que te guarda.
Llenas
en la negra confusión un
grito seco,
casi mudo, que
se esconde con acedura
detrás
de la sonrisa que
dibujas con una mueca.
Rompes
los cristales de
cada ventana
que
tras un vidrio adverso ciega
la juventud,
esa
que ansías, tragando el tósigo
al
que atónita te
has sentenciado,
por
no saber subir a
lo alto de ese cielo
que
se difumina en
grises borrones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario