He tirado la colilla en el cenicero,
acababa de esperar lo que nunca encuentro.
Tal vez se ha caído porque tiembla mi mano
por lo siempre temido que de ti me aleja.
He de confesar que en la burbuja me escondo
y se desdibuja, cuando no entiendo nada,
de sonrisas el cuadro
y las suaves caricias
de tu mirada, de tu bella figura,
pintándose de amargura mi alma.
Cohibido me escondo
si te busco en silencio y no te encuentro.
¿De dónde bajan vírgenes vestidas
con la tela que hilvanan en el Cielo?
Con sus peinetas, con sus bolsos grandes
de mercadillo de domingo, miran
del libro páginas en caros móviles,
mensajes importantes, icónicas imágenes,
con brío y libre arbitrio.
Bajan las escaleras del infierno,
la redención han traído
al moribundo sin la luz, sin vida
en la mirada, en los luceros.
Nacimos vívidos
y estamos todos muertos mendigando
como los niños
caprichosos que esperan regalías
y no juguetes rotos.
Han bajado del Cielo canas vírgenes
con los manteles cenicientos,
con muda santidad,
con sus cerrados labios
sin nada que decir.
Reservadas sus voces, sus miradas fugaces,
el perdón han traído a los pobres mortales.
Nos miran de reojo (son del Cielo
atalaya), vigilan nuestros pasos;
lo que ven se lo callan,
son bienaventuradas.
En el trayecto del camino
no se relacionan con nada,
Inadvertidas pasan con la mirada fija.
Sentado las observo, las miro descarado,
estudiándonos ambos con mirada insolente,
nos vamos desgranando, quitándonos la dermis
desvïando conformes las miradas.
Las vírgenes estudian
con sábanas de lino
con esa santidad
rayante en lo profano,
con ojos de persona
sin el pecado concebida.
Al alma cuidadosa mis párpados se cierran,
combado por el sueño librado del pecado.
Foto de Pixabay: https://www.pexels.com/es-es/foto/luna-llena-durante-la-noche-53153/
Es un largo olvido la noche
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que se mueven los hilos,
se mueven
a un incierto destino.
Algo que se va urdiendo,
algo que no controlo y se ha movido,
que el tiempo nos dirá
rápidamente o despacito.
Te lo confieso,
el tiempo es un amigo
que se presenta, que no avisa,
que nunca regala lo mismo,
como el día que empieza
y acaba como un vaso de buen vino
que su sabor dejó en el paladar.
Si te preguntas que es lo que te digo,
escúchame,
yo te confirmo
que pongo por delante la verdad
como siempre lo ha sido,
que nada permanece
en el largo camino.
Aun lo que tenga que pasar confieso
que tú eres, y serás, lo más querido.
Tan blanca como el ampo de la nieve
cenicienta tu espalda se amarea
con los rayos del Sol en fina arena,
con sudor derritiéndose en tu piel.
El rocío que sala se desliza
dibujando la línea que cae
en un río que fluye muy despacio
dejando los afluentes a su paso.
Se desbordan torrentes cristalinos
resbalando en los bordes de tu busto,
su goteo en la arena amarillenta
es un cuadro que está recién pintado.
Te giras, te levantas y con garbo,
buscas tú refrescarte en esa orilla,
mientras rebusco en este libro versos
que despacio pudiera declamarte.
Imagen de dae jeung kim en Pixabay
He descubierto el Sol en tu mirada
que me dibuja tuya la sonrisa
con el fulgor de luz que se improvisa
en tus luceros, fe tan regalada.
Sin esperarlo creo que la ansiada
divinidad es flor, es la artemisa
que medicina amor que sí improvisa
la candorosa voz por ti exclamada.
Con tus palabras, con lo que silencias,
con lo que nunca dices y lo expresas,
me comunicas la verdad sincera.
Me participas sin condescendencias,
sin incertezas, esa fe que ingresas
en mi persona, luz tan verdadera.
Foto por formulario PxHere
La mar es una sábana estirada
que hubo Dios alisado con sus manos,
soplando con sus labios soberanos
allanaba la manta replegada.
Sin los pliegues del mar en mi mirada
se extiende el horizonte sin los vanos
pensamientos, molestos y profanos,
que me visten con ropa muy plisada.
Desnudo me sumerjo en ese lago
que me acoge sin olas, sin el viento,
sin nada que le impida claudicar
en azul a mi ser y me deshago
de todo liberado, sin aliento.
Pacífico me fundo con el mar.
¿Qué me encadena a ti?
Solo soy un caminante sin camino,
sin horizonte, sin expectativa,
sin esperanza, sin ningún destino
que a ti me lleve.
Nada espero de ti.
Sin que tú lo pretendas
todo de ti lo obtengo
y es a cambio de nada.
Nada te doy.
Camino a solas cada noche
con ignoto destino.
¿Qué debo hacer?
Solo dímelo tú,
dime que quieres que haga,
si debo yo seguir sin objetivo
o me dejo llevar. ¿A dónde? Dime.
Solo tú dilo
a dónde me debo llegar.
Foto de Tembela Bohle: https://www.pexels.com/es-es/foto/escaleras-de-madera-a-la-playa-947448/
Foto de Tembel Bohle en Pexels
Es la ausencia de aquello que se ansía
justa medida de lo necesario,
de tener un motivo de alegría.
Lo pretendido nunca es arbitrario.
Ni es sentimiento solo, ni es un sueño,
también lo ha convenido la razón;
si el alma agita no es un vano empeño,
es resultado de una reflexión.
Andar en solitario en el camino
perspectiva nos da, nos da el control,
siempre nos da el dominio de encontrar
el que pudiera ser el buen destino
que marque nuestros pasos como un sol
que alumbre cada día el caminar.
Vago por un mundo donde el Sol
nunca sale para mi,
donde la luna se esconde,
donde solo me concierne
la noche cerrada.
Vago solitario por el mundo
sin camino, sin destino,
sin más objetivo
que sobrevivir.
Vago sin compañía, con la triste desidia,
con mi sombra a todas partes
proyectada por la luz de las farolas,
sin Sol, sin estrellas, sin la luna.
Vago por un mar de hielo,
descalzo, desnudo.
Camino conmigo mismo,
deshaciéndose lo andado.
Milamores es la hierba de San Jorge,
en su pétalo lo roso se colora
de belleza que se aseda y la enarbola
con colores que asemejan ababoles.
El aroma de finísima fragancia
nos devuelve la alegría con su gracia.
Lo importante de la larga travesía
es lo bello y lo sencillo que nos rodea,
y las cosas pequeñísimas nos enseñan
que agradar por agradar es tontería.
La virtud es liberarse de los pesos
con que miran complacientes los espejos.
En el verde de los valles con las flores
que en el aire contonean su terneza,
es el tallo vigoroso el que mantiene
en un manto de bondad la inflorescencia.
Es perfume de los besos deseados
con el aura que en el valle se desliza
en los cuerpos, en el césped, con caricias,
el que acerca a la paciencia que se aspira.
Los amantes con las flores se dedican
a donar sus bendiciones, con sonrisas,
con cumplidos, con promesas, con deseos
coloridos de arcoíris, abrazados
sin relojes, sin sentirse presionados.
Esplendentes los jardines de quereres,
de tapices adornando milamores,
de verdad de los amantes amigados,
con la aurora sonrojada prometiéndose
en un beso en la florida comprenderse.
No era aquella la noche con estrellas,
nublado estaba el cielo
sin las constelaciones,
sin cinturón de Orión, sin las alulas.
Había luna, luna blanca
sin su mantilla, sin alhaja alguna.
Una noche de luna que menguaba
deshaciendo su lleno con el cielo,
que negro se coló con el destino,
bautizada con agua de la lluvia.
La llovida escondió entre los paraguas
el saludo que siempre recibimos,
escaparon suspiros nebulosos
de Universo en su centro conocido.
Solitaria Selene brillaba,
descosía el ovillo de Ariadna.
Ambos puntos separaba el laberinto,
sendas anduvieron separadas.
Espalda dando la espalda
sin aliento que mira a los ojos,
sin humo de tabaco que tapa el miedo,
sin fugaz cometa.
Sin cuerpos celestiales, sin estrellas,
con la luna, con nubes de pereza,
evitándose dos los asteroides
que quieren no chocarse
ambos contra la Tierra.
En el aire flotaban las frialdades,
sin flores olorosas, sin la rosa,
Sin bello Cosmo,
sin color, sin la orquídea
—flor del hombre desnudo—;
el gélido destino cerraba los caminos.
Cada día que andamos juntos veo,
entre glaucos tapices, el reflejo
de tu figura que anda separada
de la mía y te escucho atentamente,
atención que mereces cada día.
Agradezco que dejes que acompañe,
entre el muro infinito, los tus pasos,
pasos tuyos y nunca míos, tuyos
haciendo con cadencia tu camino.
Camino paralelo solamente
unos minutos, son tuyos y míos.
Momento que consagro, lo bendigo,
igual que las estrellas enaltecen
cada noche a la luna, luna llena;
se aluza la sombría de Sol que siempre brilla.
Refulge tu figura iluminando
a mi alma vagarosa solitaria;
soy la noche sin día que perdía
la precisa y la justa perspectiva.
Al separarse nuestros pasos veo,
tú encumbrada, a Selene que aureola
tu talle refulgente, tu finura.
Yo comprendo humildoso que tus pasos
y los míos dibujan diferentes
caminos y me marcho solitario
con mi sombra y el tenaz trinar del mirlo.
Este rio sinuoso que fluye descendido
entre rocas en medio del camino,
nos arroja a la mar de la incerteza,
nos absorbe con tantos remolinos.
A mis verdugos no perdonaré,
nunca yo olvidaré el zaherimiento
sin eludir justicia muy legítima
que ansío, que por justa yo confío.
Perdonarlos un día no deseo,
ni escuchar el balido del cordero
que se desangra de púrpura degollado.
No les daré el perdón, les exijo el reparo,
pediré lo escondido, lo encubierto.
Solo el bello jardín con su sombría
me ha acogido y su fronda me sosiega.
Me detengo en el medio del camino
contemplando a lo lejos la foresta.
Voy cruzando por matas de ginesta
pienso yo que será ese un buen destino.
Con mis viandas transporto un recio vino
que pude yo adquirir en una apuesta,
no iba yo a cometer la más funesta
confusión de eludir un caldo fino.
Embriagado de tinto correoso,
tropezando con piedras y malezas
me adentré despistado en esa selva.
¡Qué vergel, que jardín aquél frondoso!
¡Qué arbolada vestida de rarezas!
Mi espesura tan densa allí se enselva.
Sin perdón que me absuelva,
anduve a cuatro patas, resbalé;
no podía sacar del lodo el pie.
Te concedo o regalo la distancia
del tiempo y voluntad que nos separa,
del eterno reloj que no se para,
de normal y de justa equidistancia.
Sin pensar te concedo sin jactancia
la justa lejanía que te ampara,
escondida detrás de la mampara,
y marcharme de aquí con elegancia.
Es menester actuar con gallardía,
coger el arco con tesón, tensarlo
y apuntar sin que nada te coarte.
Si quieres tú querida lejanía
hazlo solo sin más y sin pensarlo,
créelo nunca quise yo ganarte.
En la soledad de los andenes,
soy consciente yo por un momento
del teatro que representamos.
Espectadores somos y actores,
tomamos cada cual los papeles
que antes nos hubimos asignado.
Ahora estamos representando
el veraz teatro de la vida
y los sillones se han ocupado.
El guión está escrito a cada paso
con pasos que todos vamos dando,
así la función se va acabando.
Al terminar vamos desfilando,
entre aplausos o mordaces críticas,
todos se glorian de su espectáculo.
Pocos convienen lo mal que se hizo,
pocos reconocen el fracaso,
otros nunca se quitan la máscara.
Unos se glorian del mal ajeno,
otros solo miran a otro lado,
si uno ha perdido, otro sí ha ganado.
En la compañía del andén
veo trenes que pasan vacíos
y otros, en cambio, pasan llenísimos.
En este teatro de la vida
el público abarrota la sala
o, sin más, la función abandona.
Nunca se espera aquello inalcanzable,
Hay flores amarillas en el vertedero;.;
las más hermosas que jamás he visto.
Alli, creciendo entre la basura
Juan Cabezuelo
Están creciendo allí entre la basura
entre los nidos de las grises ratas,
con montones de bolsas olorosas
de la sucia inmundicia que excretan las casas.
A vinagre la mugre aroma y pica
con aguijones de acideces
nuestras fosas nasales,
el impúdico olor,
aire caliente, caldo de acre.
El hambre nunca ataja la miseria.
Allí creciendo está entre la basura
amarilla la flor se erige bella
entre roña abonada se resiste,
resiste la lluvia del cielo
y arroyos que se salen
de malolientes bolsas.
Lixiviado es el caldo, que es caldoso,
goteando a la flor su esencia aceda,
el jugoso abono recicla su savia.
Que miserables
y que imperfectos somos los seres humanos,
deponemos residuos
que evacuan nuestros cuerpos en sucio cieno.
Cieno que abona la semilla con el misterio de la vida.
Es flor pequeña,
la flor amarilla.
El final acabado,
en el largo trayecto del camino,
puede ser un comienzo
de algo que borrará lo más frustrado
por ese cruel destino
del que yo me avergüenzo.
Lo tenido por hecho
que el silencio ha deshecho,
despojado del traje,
deshojando la rosa con ultraje
el muy dolido pecho.
Las estrellas no refulgen,
la luna no está brillando,
las nubes no están cantando.
Esta noche está cerrada,
no se distingue el camino,
sin saber yo mi destino
toda luz me está ocultada.
Sin súplica contestada
nadie me está acompañando,
las nubes no están cantando.
En aquella larga espera subían nubes al Cielo. Con las canceladas horas afrontaba mi desvelo y salida de la nada una sonrisa revelo acercá...
